Con su permiso, subiré una entrevista que publicaron el domingo antepasado en el número 1170 de XL Semanal a uno de mis héroes literarios.
Se sabe el oficio y te brinda la entrevista a la carta: «¿Qué quieres: respuestas largas, cortas... cómo las quieres?» «Cortas, por favor –le digo–.» «¿Lo quieres editado ya? –sonríe con una seguridad aplastante–.» Se muestra amable y cómplice. La campaña de lanzamiento de su última novela El asedio (editorial Alfaguara) ya ha terminado y el libro, la historia de un asesino en serie en el Cádiz de 1812, vuela solo.
XLSemanal. Después de varias semanas concediendo entrevistas, ¿qué puedo preguntarle sobre El asedio que no haya dicho ya? ¡Como no cuente el final...!
Arturo Pérez-Reverte. Pues hay muchas cosas que no he dicho. ¿Te lo has leído entero?
XL. ¡De cuatro sentadas!
A.P.R. Eso está bien [sonríe].
XL. Este libro narra con profusión y detalle tantas historias diferentes que podrían ser cada una de ellas novelas en sí mismas. Sin embargo, para mí, el verdadero protagonista es el viento, que va transformándose en elemento clave de cada situación.
A.P.R. Sí, exactamente; es una magnífica definición. Y es así porque en Cádiz el viento es muy importante por aquello que hace posible en todos los sentidos. El viento, los ángulos, la geometría... ésa es la base de la novela. Elegí Cádiz porque es una ciudad de vientos.
XL. Creo que, de todas, El asedio es su novela más redonda, en la que, además, hay mucho de algunas de las anteriores. Parece como si quisiera dar por finiquitada una etapa literaria, ¿va a cambiar de registro?
A.P.R. No está pensado así. Con cada novela cierro una etapa de mi vida y, cuando pase toda esta agitación y me serene, veré lo que me he dejado sin hacer y lo que ya está resuelto. Cada novela es un paso que das hacia alguna parte.
XL. Es curioso que, con varias tramas y tantos personajes, al final no gane nadie.
A.P.R. En mis novelas no suele ganar nadie porque en la vida real, normalmente, tampoco gana nadie. Pero eso forma parte de mi territorio narrativo.
XL. ¿También lo es que el que fracasa lo haga con mucha dignidad?
A.P.R. Es que lo único que le queda al fracaso es la dignidad. Admiro a la gente que sabe levantarse de la mesa de juego después de perderlo todo y se va sin perder la compostura, como el que sale de la vida sin perderla también. Me gusta la gente que no pierde la compostura.
XL. Los ingleses, pese a ser aliados nuestros en la época en la que transcurre la novela, no salen muy bien parados, ¿mantiene alguna reserva especial con la Pérfida Albión?
A.P.R. Los ingleses son los malos de todas nuestras películas, pero eso es una realidad histórica. Cuando lees Historia, te das cuenta de que el país que más ha perjudicado a España a lo largo de los siglos ha sido Inglaterra. En realidad, Inglaterra nunca quiso ningún buen gobierno en ningún lugar de Europa.
XL. Me ha sorprendido que, siendo usted un amante del mar, como lo es, el Capitán Lobo, uno de sus personajes, reniegue del mar y haga una defensa acérrima de la vida en tierra.
A.P.R. Es que, normalmente, se identifica el mar como un lugar de aventura maravilloso y lleno de cosas apasionantes y yo, que navego desde hace muchísimos años y conozco a muchísimos marinos, sé que el mar es un lugar de trabajo donde mucha gente está a disgusto, deseando perderlo de vista. Esto es rigurosamente cierto. Cualquier marino profesional te puede decir lo mismo.
XL. Tengo una curiosidad, ¿es verdad que nunca navega con extraños y que jamás ha subido un periodista en su barco?
A.P.R. ¡Es verdad! Mira, cuando hicieron una edición alemana de uno de mis libros, vinieron unos periodistas alemanes para hacerme fotos en el mar y los llevé en un barco que no era el mío. Mi barco es mi retaguardia y no subo a él a nadie que no aprecie. Un barco es un lugar muy singular en el que no puede subir cualquiera, en donde hay unas reglas... En mi barco, ni se grita ni se corre; existen un montón de normas a bordo que un extraño no conoce bien y no puede respetar.
XL. Ha tardado dos años en escribir El asedio.
A.P.R. Sí, han sido dos años intensos, interrumpidos cada semana sólo para hacer el artículo del XLSemanal, al que le dedico un día, que a veces supone un castigo...
XL. Esto no lo cuento [risas].
A.P.R. Sí, sí; es que hay días que me apetece, que bajo caliente, con el colmillo goteando, diciendo: «Bueno, tal, se van a enterar», deseando escribir. Pero hay días que te supone un gran esfuerzo. Este artículo es la única obligación que tengo; placentera y voluntaria, desde luego. El único compromiso fijo que tengo en mi vida se llama XLSemanal.
XL. Explíqueme por qué lo mantiene.
A.P.R. Por muchas razones. Primero, porque llevo mucho tiempo haciéndolo; segundo, porque conmigo siempre se han portado muy bien, han sido muy leales. Y, por otra parte, porque recibo cada semana una cantidad enorme de cartas de los lectores en las que me doy cuenta de que a veces lo que escribo les es útil a otros.
XL. En alguna ocasión ha dicho que escribe en esta revista porque es una vía de desahogo y de ajuste de cuentas de su parte y de la de los demás.
A.P.R. Sí, a veces mato en nombre ajeno y eso me gusta también; ajustar cuentas de amigos que no pueden ajustarlas me parece que está muy bien, es una satisfacción.
XL. Desde que el New York Times le dedicó algunas portadas, estará encantado con las críticas que recibe tanto por sus libros como por sus artículos.
A.P.R. No me puedo quejar, pero hace mucho tiempo que la crítica es muy buena conmigo. Hace muchísimos años que no tengo ninguna queja. De todas formas, la gente tiene derecho a que no le guste lo que escribo, no pasa nada.
XL. El éxito siempre despierta envidias, ¿las siente?
A.P.R. No, ¿en qué las puedo sentir? Yo no me muevo en el mundo literario para nada. Llevo una vida muy retirada: o navego o estoy en casa trabajando o estoy de viaje con los libros. Si hay reacciones adversas, no me llegan.
XL. ¿Le divierte la provocación constante?
A.P.R. Me parece higiénica. Provocar ciertas cosas y aguardar los resultados es un experimento muy interesante y muy educativo.
XL. A veces parece ser un gran pesimista respecto al mundo que lo rodea...
A.P.R. ¿`Lucidez´ puede ser la palabra? A lo mejor es ésa la que mejor lo define.
XL. ¿Siente ternura y compasión por los demás?
A.P.R. ¿Compasión?, naturalmente. Hay cosas que me conmueven especialmente. Es justo la compasión por los demás la que hace que me cabree con otros individuos culpables de los males que ocurren.
XL. Dicen que al hombre se le mide por los enemigos que tiene.
A.P.R. Medirse, no; pero es cierto que los enemigos son útiles porque te mantienen despierto. Son como el mar, que es un lugar peligroso que te obliga a estar muy atento.
XL. Da la sensación de que a algunos los elige.
A.P.R. A algunos, sí; es cierto. Los he elegido cuidadosa y minuciosamente durante toda mi vida. Es útil tener media docena de enemigos selectos.
XL. Y sobrevivirlos...
A.P.R. No, ¡qué más da! No siento un placer especial por enterrar enemigos.
XL. ¿Qué le concede el éxito?
A.P.R. Tener lectores igual en Japón que en Francia, en Inglaterra, en Israel, en Rusia o en Colombia me da independencia; digamos ‘más’ independencia porque yo ya era independiente antes.
XL. ¿Quienes se quejan de lo poco que leemos son aquellos que apenas venden libros?
A.P.R. ¡Vamos a ver! ¿Querías respuestas cortas o largas? Esto no se puede resumir en dos frases.
XL. ¡Láncese!
A.P.R. La gente lee, a mí me leen y a otros, también. Eso de que la gente, en general, no lee es mentira; la prueba es que a mí sí me leen... y a otros. Otra cosa es que haya autores a los que no los leen.
XL. Hay niños que no consiguen terminar un libro.
A.P.R. No, yo creo que los niños son buenos lectores. Dejamos de leer a medida que nos hacemos mayores. Los chicos de nueve o diez años son unos lectores magníficos y, además, muy agradecidos. Están deseando que les cuenten buenas historias. Lo que no son es subnormales. No se puede escribir para ellos como si fueran retrasados mentales. Los niños tienen una lucidez que ya quisieran muchos adultos.
XL. ¿Es una satisfacción para un periodista sumergirse en la literatura para poder contar las historias como le da la gana, para falsear lo que no le gusta...?
A.P.R. Yo no falseo, estás equivocada. Para mí, la literatura es la manera de ordenar un mundo que viví de una forma muy desordenada; es justo lo contrario: hacerlo real y concreto. Las historias que llevo a los libros son el pretexto, pero los conceptos que manejo son reales. Yo escribo con lo que he vivido, con lo que he leído y con lo que soy; no me invento nada.
XL. ¿Habría sido escritor de no haber dedicado 21 años de su vida al reporterismo de guerra?
A.P.R. Seguramente, no; porque yo me nutro de lo que he vivido y buena parte de lo que escribo me lo ha dado la vida que llevé como reportero.
XL. Estoy segura de que todo el que ha vivido una tragedia, y usted ha vivido unas cuantas, se guarda para sí muchas cosas que no contará jamás, ¿es así?
A.P.R. Sí, es verdad. En donde más me acerqué a contarlas fue en El pintor de batallas y en Territorio comanche. En El asedio también me he acercado, aunque ha sido más a rincones oscuros del corazón humano. Yo no quiero ir más allá. He vivido cosas que no quiero explicar ni novelar, que son memoria y que ahí se deben quedar.
XL. ¿Es una terapia escribir sobre aquello?
A.P.R. Emocionalmente, todo eso está muy asumido. Yo era un periodista profesional, no era un aventurero que iba a la guerra buscando emociones. Esto hace que todo haya sido más digerible que si lo hubiera abordado, como otros, para emborracharme de pasión y de aventura... Esa actitud me habría impedido hacer una crónica de telediario a las tres de la tarde y otra a las nueve de la noche, y tener la cabeza muy tranquila.
XL. ¿Existe un Pérez-Reverte tierno y humilde?
A.P.R. No lo sé, llevo 16 años escribiendo artículos en el XLSemanal; a estas alturas, el lector debería saberlo.
XL. ¿Es fácil vivir a su lado?
A.P.R. Hay gente que lo hace. Será que no es difícil.
XL. En cierta ocasión dijo que «la mujer es un soldado perdido en territorio enemigo». ¿Ninguna mujer le ha reprochado esa definición?
A.P.R. No veo que haya nada que reprochar, me parece que decir eso de una mujer es el mayor elogio que se le puede hacer. Para mí, un soldado perdido en territorio enemigo es la figura más respetable y admirable que puedo imaginar.
XL. ¿Le gusta tan poco como dice la España en la que vive?
A.P.R. No, hay una España en la que vivo que me gusta mucho; pero hablo de la que no me gusta porque desearía que mejorara. La que me gusta, de vez en cuando, la menciono.
XL. ¿Hablar bien vende poco?
A.P.R. No se trata de eso, yo vendo lo mismo hable bien o hable mal. Lo que ocurre es que la España que no me gusta me quema la sangre y por eso hablo de ella más.
XL. ¿Y no le quema cuando oye decir a determinados actores del llamado ‘grupo de la ceja’ que deberíamos aprender del régimen político cubano, en donde los presos políticos son terroristas...?
A.P.R. Si quisiera opinar sobre eso, haría un artículo; si no lo hago, es porque es un tema que no me interesa. Me da igual lo que digan. Yo conozco Cuba, sé lo que es aquello y si tuviera que decir algo importante lo diría, desde luego por escrito. Yo no soy de los que se escaquean.
XL. Venezuela, Bolivia... ¿Cree que la peor dictadura es la que se disfraza de democracia?
A.P.R. La peor dictadura de todas es aquella en donde la estupidez y la incultura se alían con el poder, sea en democracia o en dictadura totalitaria.
XL. ¿Y estamos en ello?
A.P.R. El mundo está en ello, no es una cuestión de España. La estupidez aliada con la ignorancia y la incultura es un fenómeno europeo también, no solamente español.
XL. ¿Sabe que, hablando, tiene usted otro lenguaje? Llevamos casi una hora y no ha soltado ningún taco.
A.P.R. Es que yo soy un chico bien educado, lo que pasa es que el que escribe los artículos del XLSemanal es un personaje que se llama Pérez-Reverte, que es agresivo, que es gamberro, que es iconoclasta... y que hace cosas que el otro Arturo Pérez-Reverte nunca haría.
XL. ¿Se confunden a veces hombre y personaje?
A.P.R. No, yo sólo me confundo cuando quiero confundirme. Tengo muy claro quién es el que escribe sus artículos en el XLSemanal y quién el que hace su vida cotidiana. Son dos personajes distintos.
XL. Una vez cerrada la etapa de El asedio, ¿cuánto tardará en dar vida a su siguiente novela?
A.P.R. Ya la he empezado, ya tengo la estructura hecha: es un Alatriste; lo cual es bueno porque es una época y un tema que tengo ya muy conocidos. Supongo que en un año, más o menos, ya estará disponible. Para mí, escribir es un estado de ánimo, una forma de vivir. Escribiendo, ordeno mi vida, me sereno, es como tomar una aspirina todos los días: escribiendo, duelen menos las cosas y todo es más soportable. Necesito tener una historia entre manos que me mantenga vivo, sereno, lúcido, despierto. El día que deje de escribir, empezaré a envejecer de verdad.
XL. ¿Mide el tiempo que le queda por lo que le resta escribir?
A.P.R. No, cuando fui corresponsal de guerra aprendí que todo lo que tenemos es muy limitado, que todo puede desaparecer de golpe. De pronto hay un fragmento de metal que se llama bala, un semáforo en rojo que alguien se salta, un virus... y todo se acaba. Yo tengo la idea de que la vida es como el mar: un lugar peligroso. La Europa moderna, la gente de Occidente, ha olvidado lo peligrosa que es la vida y esto, a veces, me subleva. Me subleva la estupidez con la que cerramos los ojos a la realidad, con la que creemos que el mundo es un lugar seguro, confortable y permanente. Intento decir a la gente: «No seáis idiotas, recordad que todas hieren y la última mata –como decían los relojes antiguos–. Que el enemigo siempre está ahí».
XL. Parece como si le enfadara mucho más la estupidez que la maldad.
A.P.R. Y es así; con un malo inteligente siempre se puede negociar, convencerlo de que ser bueno es rentable... Sin embargo, el estúpido, por muy bueno que sea, nunca puede ser reciclado a nada. Por eso, en mis artículos insulto a los estúpidos y, a menudo, salvo a los malos.
XL. ¿Y vive con la satisfacción del deber cumplido?
A.P.R. Ese sentido que tengo de que todo es provisional me hace vivir siempre como si fuese la última vez: dejar los cajones ordenados cuando me voy y ese tipo de cosas. No hago planes para el futuro, vivo siempre con el equipaje hecho, como dice uno de mis personajes: «Vivo con mi sable y mi caballo». Después de haber llevado una vida muy desordenada, cada novela y cada artículo que escribo es como un cajón que voy cerrando. Y cada vez que miro, veo la casa más ordenada. Espero que en el tiempo que me quede de vida y de trabajo pueda cerrar los cajones que me quedan abiertos todavía.
Virginia Drake
Y para rematar este post un ilustrativo video de Arturo Pérez-Reverte en la FIL del 2008 acompañado de Los Tigres del Norte y Elmer Mendoza.