Sí, sé que solamente en raras ocasiones doy las gracias a los culpables de brindarme momentos de felicidad, pero esta vez es justo y necesario hacerlo y decir (lástima para los que no tienen cable) que este canal de escenografía y logotipo pinchurrientos le comió enterito el mandado (y no saben el gusto que me dio) al dúopolio multimillonario conformado por Televisa y TVAzteca.
More...El humilde canal TVC transmitió las 24 horas del día durante más de dos semanas todos los deportes que les fue humanamente posible poner en nuestras pantallas. Y lo hicieron como dios manda, o sea, como los grandes. Con profesionalismo y seriedad. Incluso fueron más allá del deporte e hicieron lo más inteligente que un canal puede hacer: escuchar lo que el público quería ver.
Como todos sabemos, a diferencia de los mundiales de fútbol en las olimpíadas se practican veinte mil deportes, y ante este problema de logística era evidente que muchas de las disciplinas se llevarían acabo a la misma hora, así que los señores de TVC prendieron los foquitos sobre sus cabezas y abrieron líneas telefónicas y correos de e-mail para que los televidentes pudiéramos sugerir, rogar o exigir (eso dependía del carácter de cada uno) qué deporte queríamos ver. Fue algo hermoso, palabra. Nunca antes (pese a mis canas) había visto con mis cuatro ojos que una televisora mexicana se dignara a escucharnos. Yo, que me transformé en un búho durante dos semanas puedo dar fe y legalidad que a altas horas de la madrugada, solo por citar un par de ejemplos, los conductores leían mails que decían: “¿Están locos? Regresen inmediatamente al voleibol, mi esposa finalmente se durmió” o “Quiten los malditos clavados y pongan la final de waterpolo”.
Sí, finalmente conocimos lo que era la democracia televisiva. Claro que la democracia nunca es justa y hubo noches en que tuve que ver de principio a fin el maldito nado sincronizado o la gimnasia rítmica en vez de a las brasileñas en bikini verdeamarela por culpa de las señoras que olvidaron tomar su Diazepam.
TVC, y lo digo con toda la seriedad que pueda caber en mi ser, regresó la dignidad a los deportes. Y esto fue básicamente a tres factores clave: 1) Los comerciales eran breves y solamente aparecían cuando había tiempos fuera o pausas en los partidos. 2) No requirieron de los servicios de las infalibles putizorras cuando necesitaron hacer algún reportaje 3) Por obra y gracias del espíritu santo no contrataron a ni un solo maldito comediante, salvo a tres perfectos imbéciles llamados los Villamelones que sabrá dios cual era su función, mismos que, tenían una cápsula diaria (muy pequeña) gracias a que los televidentes inundaron de mails el programa insultando a estos tres idiotas. Incluso, Gerardo Velázquez, el director del programa un día les dijo: “Oigan, si ustedes no son comediantes, entonces, ¿qué son?”. Hubo un delicioso silencio incómodo como no lo veía en televisión en más de década y media cuando José Ramón Fernández (antes de volverse loco) ponía en su lugar a los comentaristas o reporteros que querían hacerse a los graciosos.