Un buen político mexicano es el que nunca responde directamente a las preguntas que le formulan los periodistas y/o intelectuales. Y en caso de verse asediado, simula un inesperado corte en la comunicación telefónica.
Un buen político mexicano es quien señala y se burla públicamente de la ignorancia de sus oponentes, pasando por alto sus propias orejas de burro.
Un buen político mexicano es el que se empeña en prometer las fantasías más osadas.
-Pues yo voy a votar por ella –dirán millones de señoras-, por ser mujer.
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