viernes, 9 de marzo de 2012

El horror de quedarse calvo


Las mujeres viven quejándose de que los hombres solo las miramos de los hombros para abajo.




Cierto, pero los hombres también sufrimos (solo que en silencio) porque las mujeres (y los hombres) nos miran de las cejas para arriba.




Así es, no existe mayor horror en un hombre que empezar a quedarse calvo. No tener pelo es sinónimo de derrota. Es peor que la amputación de una extremidad. Es andar rengo por la vida. Y lo peor, es que no ocurre de la noche a la mañana como lo es perder una pierna en un accidente automovilístico.
Triste consuelo de los hombres es la “moda” de raparse. Nunca seremos Bruce Willis o Vin Diesel o David Beckham (cuando se rapa).
Sé de lo que les hablo. Antes era un hombre de frondosa cabellera.




Ahora todas las mañanas miro más y más pelos sobre la almohada. Los hombres dejamos de vernos a los ojos. Nos miramos las cabezas. Es un ritual (ignoro si moderno). Y lo peor, es que existen diferentes tipos de calvicie, una más penosa que la otra. Por mi parte, mi chica me ha sometido a la humillación de usar toda suerte de tratamientos contra la calvicie.




Y por si la humillación fuera poca, vivimos en el terror incluso por culpa de los medios de comunicación que no logran ponerse de acuerdo respecto a nuestra dolorosa enfermedad.





Por lo pronto, no me ha quedado más remedio que seguir el consejo de Fiera.




Este domingo el suplemento dominical de El Universal se ha compadecido nuevamente de mí y me invitaron a contarles una historia sobre el horror que es quedarse calvo.
Si no pueden esperarse hasta el domingo, acabo de colgar en Pildorita LADO B el backstage de mi primera publicación en Domingo.




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