El lunes pasado me llegó este e-mail. Mi última
oportunidad para poder mamar de las venenosas ubres del presupuesto nacional; tengo
34 años, lo que significa que en pocos meses dejaré de ser un joven a los ojos
del gobierno.
Durante largas horas cavilé la opción de enviar el
mail a la bandeja de correos no deseados, en extirpar de mi ser la ilusión de
que alguien, mes con mes, deposite en mi cuenta bancaria la nada despreciable
cantidad de 8,500 pesos para que me dedique a lo que más me apasiona en la
vida, ya que en el improbable caso de obtener la beca por segunda ocasión, tendría
que viajar 3 veces al año a diferentes puntos del país para reunirme con una
centena de insufrible
intelectuales de
múltiples disciplinas artísticas.
Mi masoquismo terminó orillándome a redactar el siguiente proyecto de novela.
Copy
Para evitar el completo colapso de su cordura, un
novelista de culto sin tiempo para escribir, abre los ojos cada mañana y se engaña
a sí mismo repitiendo mentalmente que grandes escritores como García Márquez, Fernando
del Paso, René Goscinny y Dashiell Hammett también compartieron la desgracia de
tener que trabajar en agencias de publicidad para poder llevar comida a casa;
incluso el vejestorio de Rodolfo Fogwill nunca se retiró de la publicidad sino
hasta su muerte, pues aseguraba que quien dependía de la literatura estaba
definitivamente perdido, por eso, su trabajo era idear estrategias para llevar
a los mercados hacia el interés moralmente supremo de quien le pagaba.
Copy es el colofón de la saga de un pobre infeliz que
soñó con grabar su nombre en letras doradas en la historia universal de la
literatura (Mala Racha), que tuvo el
golpe de suerte de tropezarse en el camino de una tetona superestrella de las redes
sociales, a la que engañó haciéndole creer que inmortalizaría su vida
escribiendo una novela best-seller (Fiera
Rodríguez), para finalmente caer en la monotonía de una vida adulta con un
trabajo de 10 horas de oficina, donde ni siquiera es capaz de atreverse a
googlear si es verídica o no la famosa leyenda urbana de que García Márquez fue
el responsable del copy “Yo sin Kleenex no puedo vivir”, pues alberga un rayo
de esperanza que en algún arrebato de luminosidad podrá lanzar al estrellato
las chuletas marinadas de cerdo Kokín u otro repugnante producto o servicio
perfectamente prescindible para la sociedad, al tiempo que contempla el
inevitable ensanchamiento de su cuerpo y el de su musa, resignándose a vivir
una vida lejos de los esquivos reflectores de la fama.
La novela, al igual que sus predecesoras, será
narrada en primera persona, con una extensión aproximada de 250 páginas. Estará
poblada de los entrañables pero insufribles personajes del pasado: Monina,
madre del escritor, quien vive entafilada e incesantemente al borde de un
ataque de nervios por la desdicha de haber criado a tres hijos disfuncionales;
Bicho, hermana menor del escritor, madre soltera afincada en una caótica vida
de ama de casa luego de una turbulenta y fallida carrera como Miss Mundo; Joselo,
hermano mayor del escritor, mitómano borderline con doctorado en psicopatía
quien está empeñado en apropiarse de las últimas migajas de la herencia
familiar; Fiera Rodríguez, obsesionada con recaudar el dinero suficiente para
poder injertarse unas frondosas nalgas como las de su ídola Ninel Conde y en
convencer al escritor en acudir a terapia en pareja para reavivar la extinta
llama de su pasión; Miranda, directora creativa y jefa del escritor, enana bipolar
redactora de un famoso blog lésbico; y una infinidad de personajes más, quienes
se empeñarán en convertir la vida de nuestro protagonista en un rosario de
miserias tan extenso como les sea posible.
Objetivo general
Retornar a la escritura en vez de perder el tiempo
enviando correos electrónicos a amigos editores de importantes revistas
literarias.
Véase el patético siguiente ejemplo:
Hola
Chiri. Seguro no lo recuerdas pero hace unos meses, en un mail, me preguntaste
si tenía tiempo para escribir ahora que estaba trabajando. Te respondí que casi
no, pero ahora, un año después (mañana cumplo un año en la agencia de
publicidad) te puedo dar una respuesta con las entrañas. No estoy escribiendo
un carajo. Y lo que es peor, me estoy muriendo por dentro. Yo no sé cómo le
hizo el gordo para sobrevivir trabajando en Barcelona cuando recién llegó, y de
paso, escribir uno de los mejores blogs del mundo. Yo te juro que lo intento,
pero no puedo. Y no es que mi trabajo sea muy exigente. Incluso mi puesto tiene
un nombre hermoso: creativo. Pero la verdad, es que cada mañana me siento
delante del monitor y mi creatividad se esfuma. Y eso que voy al trabajo con
jeans, playera y chancletas. Y en la oficina el 90% de los empleados son
mujeres (hay varias muy buenas). Se podría pensar que tengo el trabajo soñado,
pero no es así. De hecho, cada mañana me pregunto por qué me habrán contratado.
Creo que ya te lo había contado, en las entrevistas de trabajo me pongo muy
nervioso, y si no fuera porque a mi entrevista llevé la Orsai N4 para demostrar
que era un escritor publicado en el extranjero y, a que mi actual jefa casi se
le sale el corazón por la boca al ver que me habían publicado en la revista del
autor argentino que tanto admira, no me hubieran contratado nunca.
Hace
un año lo único que sabía de publicidad es lo que veía en Mad Men. Y no mentí
en mi entrevista. Dije que lo único que sabía de publicidad lo había visto en
Mad Men. El dueño de la agencia se echó a reír y mi futura jefa también. Nunca
imaginaron que mi respuesta era sincera. Odio la publicidad. Si por mí fuera
quemaría todos los espectaculares que contaminan visualmente las ciudades,
prohibiría todos los anuncios comerciales de la televisión y de la radio.
Erradicaría la publicidad de los partidos de fútbol y de las revistas y de
Internet. El mundo sería mejor sin la publicidad. Sin productos inservibles
lavándonos el cerebro para ser consumidos. Claro que hay que ser un idiota para
creer que la publicidad se resume a los anuncios que todos vemos en las grandes
ciudades. Yo vivo en una provincia, y las campañas publicitarias que hago son
para chuletas marinadas de cerdo, por ejemplo. Ah, y también le pongo nombre a
los negocios de perfectos imbéciles incapaces de bautizar a sus propias
empresas. En resumidas cuentas, como habrás notado, odio mi trabajo. Odio a mi
jefa. La lesbiana escritora que recomendé que publicaran en Orsai. Y es que no
es su culpa, ella es buena persona, el problema es que es mujer y es bipolar, y
además cuando eres empleado sí o sí tienes que odiar a tu jefe, por más bueno
que éste sea; mitad por la mierda de sueldo que gana uno como empleado (yo la
verdad por lo que hago incluso me reduciría el sueldo), mitad por recibir órdenes,
no hay nada más humillante que recibir órdenes, esa es la nueva esclavitud del
hombre.
Con
terror debo admitir que he descubierto que estoy destinado a odiar cualquier
trabajo que no sea el levantarme por las mañanas a escribir historias que yo
quiera contar. El día más feliz de este año fue el día que me despidieron de
la agencia. Y el más triste cuando me volvieron a recontratar a las pocas
semanas. Durante el tiempo que estuve desempleado Fiera no dejaba de llorar y
mi vida se convirtió en un calvario. Si no fuera por las ventas (en perventa)
de Mala Racha no sé cómo hubiera sobrevivido. Luego regresé al trabajo y mi
vida volvió a ser miserable. Despierto todos los días deseando que sea viernes
en la noche. Y los fines de semana me emborracho para olvidar que odio mi vida.
Y en un parpadeo es otra vez domingo en la tarde y me siento como un niño que
tiene examen en la escuela primaria y no ha estudiado. Porque así me siento en
el trabajo, no entiendo un carajo de lo que pasa en la oficina. Y nada más
estoy en la espera de que me vuelvan a despedir o de que el reloj siga su
marcha para acabar de una maldita vez con la jornada laboral. Y es que a pesar
de que no he hecho casi nada, llego a casa y me siento tan cansado como si
hubiera estado una jornada de 14 horas picando piedra en una mina de carbón.
Con el cerebro fundido y sólo con ganas de acostarme a dormir y repetir la
misma rutina por 5 días más hasta que llegue el sábado y pueda emborracharme.
Ahora entiendo porque todo el mundo camina por la vida como muertos vivientes.
Trabajar es un puto asco. ¿Cómo pueden soportarlo? Y lo peor es que este año se
me fue como un suspiro. No quiero despertar un día y tener 40 años. ¿Cómo puede
la gente seguir adelante, ser tan masoquistas? Me imagino que es parte de ser
adulto. Soportarlo todo. Endeudarse. Seguir adelante. Yo tengo de consuelo la
escritura, pero ya ni eso. No he escrito un carajo, te digo. Incluso en la
oficina, cuando todos se van a junta, no puedo escribir nada porque tengo que
estar cuidándome las espaldas de que no me descubran escribiendo. Llevo 3 meses
queriendo escribirles el infierno que pasé cuando me rompí los ligamentos de la
rodilla y todas las peripecias por las que he atravesado para sobrevivir en
este mundo que cada día me aterra más. Pero entonces (como vivo en diferido)
leí el mejor escrito de hospitales del mundo, cortesía del monstruo de Enrique
Symns.
Ahora
en vez de escribir los fines de semana, para mi desgracia, he tenido que
agarrar trabajos de freelance de publicista (de escritor ni soñarlo, el 99% de
la editoriales quieren que trabaje gratis). Es la única manera de poder pagar
las deudas.
P.D.
Este mail lo escribí para desahogarme en vez de agarrar un bate como Michael
Douglas en “Un día de furia” y empezar a matar gente.
Objetivos específicos
Objetivo específico 1: desentrañar parte del
escabroso mundo que se vive en el interior de las agencias de publicidad,
culpables directas del enloquecimiento e insatisfacción de la sociedad
consumista.
Objetivo específico 2: aterrizar y graficar campañas
publicitarias que ninguna agencia de publicidad, o mejor dicho, ninguna empresa
como McDonald´s, Coca-Cola, Nike, el Canal del Congreso, entre otras, se
atrevería a sacar a luz.
Hemos realizado algunas campañas como El 2 de octubre no se olvida, Mes del testamento, Campaña turística de Campeche, Gimnasio W y la más popular de todas, que, incluso tuvo difusión entre “celebridades”
del periodismo y en televisión nacional.
Objetivo específico 3: Demostrarle a mis amigos
intelectuales que la beca que me otorgó el FONCA en el año 2010-2011 no fue
producto de un milagro.
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