jueves, 31 de enero de 2013

La Isla




Ahora mismo debería estar acostado en esta hamaca, con la brisa caribeña rozando mis mejillas, mientras intento desentrañar uno de los más grandes misterios financieros de la humanidad. O al menos, esa era la misión secreta que me encomendó (con todos los gastos pagados) la mejor revista del mundo, reportaje que me sacaría de una vez por todas del triste anonimato literario en el que vivo.

Por desgracia, la vida me tenía reservado otros planes. O mejor dicho, el título de mi primera novela decidió perseguirme como mi propia sombra.
 


 
El 15 de diciembre del 2012 es una fecha que nunca olvidaré: es el día en que mi vida se convirtió en un infierno. Al no tener seguro médico he tenido que experimentar durante un interminable mes y medio un calvario burocrático para poder operarme la rodilla. La operación, sin embargo, fue un éxito, pero en contraparte, he quedado en bancarrota, o mejor dicho, endeudado hasta el cuello, ya que debo poco más de 30 mil pesos.

Moraleja: mamá y la sociedad en general tenían razón al advertirme que ser escritor me saldría caro, que tarde o temprano me pasaría factura.

Ahora lo único que agradezco es que al menos tuve tiempo para escribir un libro, y, de premio de consolación podré decir que mi primera novela literalmente me costó sangre. De hecho, espero que mi novela sea comprada por todas las madres del mundo que quieran disuadir a sus hijos soñadores cuando éstos tengan la disparatada idea de ir en la búsqueda de un sueño imposible.



jueves, 24 de enero de 2013

Lecciones de periodismo



En México, ser periodista es muy sencillo. Lo único que tienes que hacer es desinformar a la gente, luego poner carita de cachorro arrepentido. Todos te perdonarán y podrás seguir siendo un líder de opinión respetable que vela por los intereses de la empresa que te da de comer y que controla las mentes de todo un país.


Ejemplo 1:


 
Ejemplo 2:  


domingo, 20 de enero de 2013

La importancia del 5%



Si te gusta leer, concordaremos en que no hay mayor placer que rozar las narices en las hojas de un libro en mitad de la noche, poco a poco acercarte a luz de la lamparita del buró para no desenfocar el universo que se abre ante tus ojos, llenos de personajes e historias fantásticas, narradas por una persona que no conoces, y que probablemente nunca conocerás por que el narrador vive en otro país, en otro continente, e incluso en otra época.   
 
Si te gusta escribir, concordaremos (o tal vez no, los escritores somos nefastamente impredecibles) en soñar con escribir un libro que sea capaz de embrujar a una persona en mitad de la noche, con la nariz pegada a las hojas, acercándose al destello de luz de la lamparita del buró para no perder detalle de la historia, recostado sobre una cama o sentado en un sofá, bajo el techo de una casa que fue construida en un país remoto, separada por un inmenso océano de tu hogar. 

Mala Racha, mi primera novela, ha sido comprada por un 95% de lectores mexicanos, sin embargo, la editorial (la única que creyó en la historia que narré) está ubicada en España. Eso significa que hoy día sólo el 5% de compradores tienen en sus manos mi novela, personas que viven en un continente que no conozco y que probablemente nunca llegue a conocer.




Peter Aliseda no lo sabe pero ha cumplido el sueño de un escritor, y de paso ha evaporado uno de mis más inquietantes y terribles miedos: ¿entenderá algo de lo que escribo un perfecto extraño que no haya nacido en México, o mejor dicho, en Campeche?

P.D. Espero el 95% de los compradores mexicanos me tenga un poco más de paciencia, Mala Racha en estos momentos está atravesando un inmenso océano para poder llegar a casa, y eso, como lo experimentó Hernán Cortés, toma más tiempo de lo previsto.