The Help (Historias Cruzadas) es una
película que ahora mismos está en el cine. Éxito de taquilla, de crítica, nominada
a varios premios Oscar, etc. O sea, la vio hasta Dios Padre. Si no la has visto
(cosa que dudo) recomiendo evites gastar tu dinero en un boleto, pues está en
tus manos experimentar algo más extraordinario que el 3D, lo único que tienes
que hacer es mirar a la sirvienta de casa. Observarla bien. Si eres muy osado,
dirigirle la palabra. Pero no como siempre, que es para encargarle cosas o que
limpie aquí o acullá. Pregúntale dónde vive. A cuántos kilómetros de la ciudad
está ese pueblo o ranchería de nombre extraño que te ha dicho. Si está casada o
vive con sus padres. Si tiene hijos. Cuántos. Si tiene hermanos. Cuántos. Si ha
muerto algún integrante de la familia. Cuántos camiones tiene que abordar hasta
llegar a su trabajo. Qué grado de estudios alcanzó. Si le parece justo lo que
gana por trabajar más de diez horas al día.
Skeeter Phelan es una jovencita
sureña que regresa a casa (Mississippi) al graduarse de la universidad. Son los
años sesentas. Por eso sus amigas la ven como un bicho raro. En el sur pocas
mujeres estudian una carrera, y mucho menos tienen la disparatada idea de
querer ser independientes, buscarse un trabajo y soñar con ser escritoras.
Skeeter le propone a un periódico de Nueva York hacer un reportaje sobre la
vida que llevan las sirvientas, al fin y al cabo hay un agitador de masas
llamado Martin Luther King que anda pregonando que es indignante que su país
(en teoría el más poderoso del mundo) margine y trate a los negros como a
esclavos, peor que a animales.
La señorita Skeeter logra
entrevistar a un montón de sirvientas. La mayoría criadas de las amigas de su
mamá. Las narraciones son espeluznantes. Por poner un simple ejemplo, las
sirvientas no pueden usar el mismo baño que las señoras de casa, tampoco comer
de la misma vajilla, pero paradójicamente sí pueden cuidar, mimar y amar a sus
hijos pequeños. Niños que al crecer, lejos de conmoverse por el inhumano trato
que reciben las mujeres que los criaron, repiten el patrón de mamá y tratan a
sus nanas como si fueran seres repugnantes, llenos de infecciones, o sea, una
raza inferior.
The
Help nos ha
conmovido hasta el tuétano. Nos ha hecho avergonzarnos de nosotros mismos.
Querer construir una máquina del tiempo y viajar a los años sesenta,
específicamente a territorio norteamericano para jalar de las orejas a esos
yanquis desalmados. Todo esto pensamos (en un lapso de dos horas y media, que
es lo que dura la película) mientras ignoramos a la indígena analfabeta y sin
seguro social, que come y bebe en platos y vasos de plástico, que defeca y
duerme en el cuarto-bodega al fondo de nuestra casa. El fantasma que nos heredó
el acento aporreado del que tanto nos avergonzamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario