Desde la última vez que me sorprendí, no ha habido cosa que me alegre más la vida que el saberme un crisol de posibilidades. Estamos rodeados de un mundo de posibilidades que se conjugan en otras miles de posibilidades. Y si cada persona es un mundo, y cada mundo otro mundo; y la realidad tiene otra realidad, y cada acto tiene un infinito número de posibilidades, entonces cada persona es como una granada viviendo en una semilla de otra granada.
Mi trabajo no dista mucho de un investigador, pero el nombre de mi oficio sí, soy un perito. Y es que el caso del señor Martinez, me dejó en claro que las cosas suelen ser vagas especulaciones, incluso la realidad no es más que un manojo de especulaciones. Todos los demás casos posteriores al del señor Martinez eran curioseados por mí, pues no requerían la complejidad del mencionado. Sin embargo, hay uno que me conmocionó, y que, incluso, me dio la fama que ahora tengo. Es el caso del señor Suárez. Su registro de muerte era voraz y con demasiadas pretensiones, manchadas y encausadas por la opinión pública. El cuerpo fue encontrado tumbado en un sillón, con la cabeza recargada hacia la derecha, y con la boca abierta. En el cuello tenía una abertura considerable, por donde había chorreado una cantidad suficiente de sangre. Toda esta pose del occiso, dio pie a que la gente dijera que fue asesinado por el vampiro. Y es que en champotón, existe un cementerio, situado frente al malecón, en donde hay una tumba, donde supuestamente fue enterrado un vampiro. La tumba está adornada de marfil y oro. Según dicen, que cuando enterraron al muerto, del que nadie sabe su nombre; se le notaron unos colmillos enormes, y desde ese momento, Champotón vivió en un estado de catarsis. Incluso, pidieron que abrieran de nuevo la tumba, para que le dieran aniquilamiento al cuerpo, para evitar posibilidades. El gobierno no accedió, y pronto se olvidó el asunto. Eso fue hace como 40 años, pero gracias a los chismes y a la prensa, el vampiro salió de la tumba de la conciencia.
Yo no creí para nada los rumores, pero lamentablemente, el registro perital, estaba en desacuerdo conmigo. Tenía que volver a armar el registro, para poder rehacerlo. Acudí al cuerpo que aún se encontraba en la morgue, y pude notar que la herida del cuerpo era del tamaño de una moneda de diez pesos. El cuerpo estaba intacto. Sólo tenía unas ronchas en el tobillo izquierdo, señal de las picaduras de mosquitos y chaquistes. Pero había algo que no me dejaba dormir, era las facciones tiesas de sus cejas, como si hubiera visto algo que lo horrorizó. Podría tratarse de lo que lo mató. Sin embargo, qué cosa podría haberle abierto esa herida del cuello.
La herida era compleja, eso me decía que era hecho por otra persona. La piel había sido abierta desde adentro, como si le hubieran metido una aguja gruesa y una vez adentro, hubieran recortado en forma circular. Pero el haberlo hecho así, hubiera significado que la víctima no se hubiera movido mientras le abrían el cuello, y según las fotos, sus manos estaban manchadas de sangre, señal de que había querido cerrarse la herida él mismo. Por un momento pensé que se trataba de una herida hecha por él. El suicidio era la respuesta que se me mostraba más negociable. Pero había muchas incongruencias, no había arma cerca, no había muestra que esclareciera el posible suicidio, además, no era una herida de hacer, ni mucho menos por él mismo. La piel que salía de dentro hacia fuera seguía imponente ante mis pobres fundamentos. Las cejas curveadas que delimitaban la sorpresa en su rostro, me distorsionaban la realidad.
Ir a campo era un trabajo irritante, y mucho más cuando tienes que preguntarles a personas que se encierran en la creencia de otros. Pregunté por el señor César Suárez y me decían que el vampiro era el culpable. No podía sacarles más datos sin que me restregaran al mentado vampiro como autor intelectual. Llegué a mi casa con un montón de papeles que tenían que ser pasados por mis ojos. Mi espalda se desquebrajaba de cansancio, y lo único que me mantenía despierto, era el deseo de un buen baño. Dormí y soñé algo que no recuerdo. Los bríos regresaron a mi cuerpo, y con ellos, nuevas ideas.
Decidí acudir al cuarto donde murió el señor Suárez. Las cosas estaban como los policías lo habían dejado. Una mancha de sangre en el piso, me indicó el lugar donde se había encontrado el cuerpo. Fue enorme la cantidad de sangre que se derramó, incluso el techo tenía unas gotas. Según el forense, el cuerpo se quedó con sólo el diez por ciento de sangre, mientras que el otro noventa “se presume”, se derramó en el cuarto. “Se presume”, palabra que indicaba la duda y que se inclinaba a la creencia del vampiro.
Si hubiera sido un vampiro, no creo que hubiera decidido sólo matarlo, y no beber toda su sangre. Hasta para ser mentiroso se necesita cierta habilidad. Pero en la escena, no se encontraba ningún objeto que pudiera hacer esa herida. Y si pensara en un extraño asesino, seguramente debería haber contado con tal habilidad para poder abrir la casa y no dejar inservible la cerradura y no dejar ninguna huella. Sus familiares habían salido a Mérida y no podían ser sospechosos.
Primero debía establecer las cosas que estaban claras para después develar las nubladas. Era evidente que el hombre había muerto por una herida en la yugular, y dicha herida lo había desangrado, dejándolo morir de hemorragia. Su rostro presentaba los síntomas de espanto, y la sangre en sus manos dejaban ver que intentaba pararse la hemorragia. Todo parece indicar que fue una segunda persona, pero no existen huellas ni indicios que lo sustenten. Su familia se encontraba de viaje desde hace dos días antes del incidente. Pero no podíamos esclarecer si se trataba de un homicidio o un suicidio.
Las dudas disiparon mi templanza. ¿Sería posible de que un ser paranormal, como un vampiro hubiera sido el autor de ese acto?¿podría ser un vampiro?
Cuando un caso no está muy claro, es recomendable buscar casos similares, para encontrar parámetros para crear una teoría. Busqué en el archivo casos similares y encontré uno. Más que similar, era el mismo. Hace 21 años, un hombre que respondía al nombre de Eduardo Jiménez, fue encontrado tirado en la puerta de su casa, el viernes 23 de julio de 1987, las 23 horas, con un agujero en el cuello. Murió de hemorragia yugular. El perito de ese año, Argivaldo Gómez, cerró el caso como “Suceso Extraño”. No podía creerlo, la fecha era la misma que la de la muerte del señor Suárez, el 23 de julio. Y según se tiene estipulado, la hora de la muerte del señor Suárez fue a las 22: 45hrs. Si se tratara de un homicidio, era evidente que fue la misma persona. Pero 21 años era una fecha que dejaba un rango considerable. Sin embargo, no existe otro caso registrado entre el caso Gómez y Suárez.
Dejé un rato los archivos y salí para fumar un cigarro. Mientras encendía mi cigarro, una mujer de edad avanzada me veía desde el otro lado de la calle. Después de unos cinco segundos, ella bajó la mirada. Terminé mi cigarro y me dirigí a los archivos. Y noté que el vampiro murió a la edad de 21 años el día 23 de julio de 1967.
Las posibilidades pueden ser trucos, pero cuando nuestra inteligencia no alcanza a entender esos trucos, se convierten en magia. En este caso, en cosas paranormales. La semana pasó y no podía refutar la teoría del vampiro. Y en un acto de irritación, me vi en la necesidad derrumbar la idea del vampiro, para poder develar el caso Suárez con toda calma.
Los pocos registros que pude obtener del dichoso vampiro, fueron que él era de Tabasco. No tenía nombre. El joven nunca salía de su casa. Incluso fue acusado de hacer cosas que inquietaban a los vecinos. Una señora de nombre Leonora Chuc, testificó que practicaba brujería, después de la muerte del joven. En su casa se encontraron restos de cerdos y pollos en el piso. Esto fue todo lo que pude encontrar. Como se puede notar, la persona que redactó dicho registro, era creyente de la vampirez del occiso. Pedí anuencia al gobernador, de que me diera permiso de abrir la tumba del joven, y desechar la teoría del vampiro. Me la negó. Invité al gobernador, a tomarnos unas cervezas en el “Dorado”, y ahí obtuve mi permiso.
Fui con unos de prensa al cementerio. Pero los chismosos le ganan a los buitres, y pronto me vi rodeado de cientos de testigos. Abrimos la tumba, que estaba limpia y pulcra, y notamos que no había nada en el féretro. Las señoras se persignaron y lloraron de espanto. Una de ellas se me acercó con la cara pálida y me dijo:
—Pobre de usted. Seguro irá por ti.
Una gota de sudor recorrió mi columna. Fue como un latigazo frío. No podía creer que todo lo que me parecía explicable, pudiera nublarse y densarse en un hecho inverosímil. Pronto quedé solo. Parado frente a la tumba de un desconocido. Frente los aposentos de un vampiro regional.
De regreso a mi casa, me postré frente al monitor de mi computadora, sin nada que pudiera copiar. Querría decir que estaba pensando, pero la realidad es que estaba fuera. Estaba ido. Me acosté en mi hamaca, y al apagar la luz, todos los ruidos me parecieron extraños. Incluso pude escuchar ruidos en los que nunca había prestado atención. No pude dormir. Me levanté, encendí la televisión para que me hiciera compañía, me preparé un café y me fumé la noche con su madrugada. Al otro día amanecí en el sofá de mi sala. Me bañé, y las cosas seguían igual.
Existe un momento después del trauma, en donde la aceptación se vuelve agria. Ese momento de fragilidad en donde no tienes la seguridad de decir algo creíble. En esos momentos, es preferible callar.
Mi agenda marcaba la visita a la casa del difunto. Había planeado una visita con su familia. Al llegar, la señora me vio con una cara de espanto, como si compartiera una maldición con su servidor. Me veía con tristeza, pero también a cierta distancia. Como si estuviera en cuarentena. Las preguntas normales fueron contestadas. La razón de su viaje era muy casual. Visitar a sus familiares, como cada año. La razón del por qué no fue su marido fue porque tenía que ver algo de su trabajo.
—para qué nos hacemos pendejos—me dijo la señora—ambos sabemos que mi marido fue asesinado por el vampiro—y lloró como nunca antes había visto una mujer llorar.
—Es por puro trámite, señora. Perdone la molestia.
—No, no—se enjugó las lágrimas, y se sonó la nariz—perdóneme usted. Pero debe comprender que es difícil aceptar que tu marido fue asesinado por una criatura, que sabe Dios dónde anda.
—La entiendo señora.
De pronto, un grito rápido y duro nos asustó. Era su hijo que había estornudado.
—¡Mauricio!—dijo la señora—ya nos asustaste a mí y al señor. Ya te dije que por lo menos te tapes la chingada boca.
—Perdón mamá—era un joven regordete de unos 18 años—buenas tardes.
—Buenas tardes
—¡Cómo me encabrona que grites! ¡Estornuda normal, carajo!. Entre tú y tus tíos me van a matar un día de estos. Siento que la presión se me sube cada que me espantas—la señora había tomado mis palabras y se las había dicho al gordo.
—¿quiere agua? ¿O algún refresco?—me ofreció la señora.
—No, no se moleste. Ya me retiro para no importunarla más.
Me paré y me acompañaron a la puerta.
—Muchas gracias por venir.—me dijo la señora—espero que pronto se dé una vuelta a almorzar. Será bienvenido.
Observé al joven que se hacía el tonto mientras nos despedíamos cordialmente.
—Los vendré a molestar pronto, lo juro.
—No, no será ninguna molestia.
El rostro del joven se empezó a deformar. Como si quisiera sacar algo. Su madre no lo veía porque él estaba a sus espaldas. Era un estornudo. El gordo giró la cabeza para no bañar a su madre. Supe que la señora iba a brincar del susto por el estornudo, y no hice nada por impedirlo. Un susto ajeno no me caería nada mal. Un poco de risa me vendría muy bien. El joven estornudó de lado, pero el sonido que emitió fue opaco. Raro. Como si se tratara de aire comprimido. El joven hizo movimientos de desesperación, y no podía regresar su cabeza. De pronto, una burbuja color carne salió de su cuello. En la parte izquierda. Él había inclinado su cabeza hacia la derecha para evitar estornudarle a su madre encima. La burbuja estalló. Un chorro de sangre salió, con tal presión que le dio a la puerta y sonó con fuerza. La madre del joven sintió el baño de sangre, y al voltearse, vio a su hijo, con la cabeza inclinada hacia la derecha, y con un chorro de sangre saliendo de la parte izquierda. Sus manos intentaban tapar el chorro, mientras que sus ojos veían con espanto nuestros rostros horrorizados. El joven se recostó en el suelo, aún con la cabeza pegada al hombro derecho. Los gritos y llantos de su mamá no pudieron impedir la hemorragia que acababa con su vida. El acto mortal del muchacho duró 20 segundos. Veinte segundos fueron los requeridos para que se desangrara todo.
Después de presenciar el acto atroz, los médicos me explicaron que al impedir el estornudo, la traquea se cierra y el aire sale a presión. Se comprimió en su cuello, y estalló. La sangre que viaja por la yugular, va con una presión considerable. Y si le aunamos la fuerza del estornudo, se triplica. La salida, casi total de la sangre del cuerpo se explica por la inercia. Un ejemplo, me dijo el médico, es cuando sacas gasolina de un carro con una manguera. Primero absorbes, y cuando sale, ya sólo tienes que esperar a que salga lo que quieres. Así ocurrió con el joven, y así ocurrió con el señor Suárez. Ambos, como lo son los familiares de la parte paterna, estornudan con fuerza. No hay que ser adivinos para saber que el señor Eduardo Jiménez murió de la misma forma.
Al final, recobré la cordura. Y muchos conocidos de Champotón me vieron con ojos de admiración. Regresé a mi casa, y noté que algo me hacía falta. Algo que había dejado en algún lugar. En la casa de la señora Suárez. O en mi oficina. Mi confianza.
Mi trabajo no dista mucho de un investigador, pero el nombre de mi oficio sí, soy un perito. Y es que el caso del señor Martinez, me dejó en claro que las cosas suelen ser vagas especulaciones, incluso la realidad no es más que un manojo de especulaciones. Todos los demás casos posteriores al del señor Martinez eran curioseados por mí, pues no requerían la complejidad del mencionado. Sin embargo, hay uno que me conmocionó, y que, incluso, me dio la fama que ahora tengo. Es el caso del señor Suárez. Su registro de muerte era voraz y con demasiadas pretensiones, manchadas y encausadas por la opinión pública. El cuerpo fue encontrado tumbado en un sillón, con la cabeza recargada hacia la derecha, y con la boca abierta. En el cuello tenía una abertura considerable, por donde había chorreado una cantidad suficiente de sangre. Toda esta pose del occiso, dio pie a que la gente dijera que fue asesinado por el vampiro. Y es que en champotón, existe un cementerio, situado frente al malecón, en donde hay una tumba, donde supuestamente fue enterrado un vampiro. La tumba está adornada de marfil y oro. Según dicen, que cuando enterraron al muerto, del que nadie sabe su nombre; se le notaron unos colmillos enormes, y desde ese momento, Champotón vivió en un estado de catarsis. Incluso, pidieron que abrieran de nuevo la tumba, para que le dieran aniquilamiento al cuerpo, para evitar posibilidades. El gobierno no accedió, y pronto se olvidó el asunto. Eso fue hace como 40 años, pero gracias a los chismes y a la prensa, el vampiro salió de la tumba de la conciencia.
Yo no creí para nada los rumores, pero lamentablemente, el registro perital, estaba en desacuerdo conmigo. Tenía que volver a armar el registro, para poder rehacerlo. Acudí al cuerpo que aún se encontraba en la morgue, y pude notar que la herida del cuerpo era del tamaño de una moneda de diez pesos. El cuerpo estaba intacto. Sólo tenía unas ronchas en el tobillo izquierdo, señal de las picaduras de mosquitos y chaquistes. Pero había algo que no me dejaba dormir, era las facciones tiesas de sus cejas, como si hubiera visto algo que lo horrorizó. Podría tratarse de lo que lo mató. Sin embargo, qué cosa podría haberle abierto esa herida del cuello.
La herida era compleja, eso me decía que era hecho por otra persona. La piel había sido abierta desde adentro, como si le hubieran metido una aguja gruesa y una vez adentro, hubieran recortado en forma circular. Pero el haberlo hecho así, hubiera significado que la víctima no se hubiera movido mientras le abrían el cuello, y según las fotos, sus manos estaban manchadas de sangre, señal de que había querido cerrarse la herida él mismo. Por un momento pensé que se trataba de una herida hecha por él. El suicidio era la respuesta que se me mostraba más negociable. Pero había muchas incongruencias, no había arma cerca, no había muestra que esclareciera el posible suicidio, además, no era una herida de hacer, ni mucho menos por él mismo. La piel que salía de dentro hacia fuera seguía imponente ante mis pobres fundamentos. Las cejas curveadas que delimitaban la sorpresa en su rostro, me distorsionaban la realidad.
Ir a campo era un trabajo irritante, y mucho más cuando tienes que preguntarles a personas que se encierran en la creencia de otros. Pregunté por el señor César Suárez y me decían que el vampiro era el culpable. No podía sacarles más datos sin que me restregaran al mentado vampiro como autor intelectual. Llegué a mi casa con un montón de papeles que tenían que ser pasados por mis ojos. Mi espalda se desquebrajaba de cansancio, y lo único que me mantenía despierto, era el deseo de un buen baño. Dormí y soñé algo que no recuerdo. Los bríos regresaron a mi cuerpo, y con ellos, nuevas ideas.
Decidí acudir al cuarto donde murió el señor Suárez. Las cosas estaban como los policías lo habían dejado. Una mancha de sangre en el piso, me indicó el lugar donde se había encontrado el cuerpo. Fue enorme la cantidad de sangre que se derramó, incluso el techo tenía unas gotas. Según el forense, el cuerpo se quedó con sólo el diez por ciento de sangre, mientras que el otro noventa “se presume”, se derramó en el cuarto. “Se presume”, palabra que indicaba la duda y que se inclinaba a la creencia del vampiro.
Si hubiera sido un vampiro, no creo que hubiera decidido sólo matarlo, y no beber toda su sangre. Hasta para ser mentiroso se necesita cierta habilidad. Pero en la escena, no se encontraba ningún objeto que pudiera hacer esa herida. Y si pensara en un extraño asesino, seguramente debería haber contado con tal habilidad para poder abrir la casa y no dejar inservible la cerradura y no dejar ninguna huella. Sus familiares habían salido a Mérida y no podían ser sospechosos.
Primero debía establecer las cosas que estaban claras para después develar las nubladas. Era evidente que el hombre había muerto por una herida en la yugular, y dicha herida lo había desangrado, dejándolo morir de hemorragia. Su rostro presentaba los síntomas de espanto, y la sangre en sus manos dejaban ver que intentaba pararse la hemorragia. Todo parece indicar que fue una segunda persona, pero no existen huellas ni indicios que lo sustenten. Su familia se encontraba de viaje desde hace dos días antes del incidente. Pero no podíamos esclarecer si se trataba de un homicidio o un suicidio.
Las dudas disiparon mi templanza. ¿Sería posible de que un ser paranormal, como un vampiro hubiera sido el autor de ese acto?¿podría ser un vampiro?
Cuando un caso no está muy claro, es recomendable buscar casos similares, para encontrar parámetros para crear una teoría. Busqué en el archivo casos similares y encontré uno. Más que similar, era el mismo. Hace 21 años, un hombre que respondía al nombre de Eduardo Jiménez, fue encontrado tirado en la puerta de su casa, el viernes 23 de julio de 1987, las 23 horas, con un agujero en el cuello. Murió de hemorragia yugular. El perito de ese año, Argivaldo Gómez, cerró el caso como “Suceso Extraño”. No podía creerlo, la fecha era la misma que la de la muerte del señor Suárez, el 23 de julio. Y según se tiene estipulado, la hora de la muerte del señor Suárez fue a las 22: 45hrs. Si se tratara de un homicidio, era evidente que fue la misma persona. Pero 21 años era una fecha que dejaba un rango considerable. Sin embargo, no existe otro caso registrado entre el caso Gómez y Suárez.
Dejé un rato los archivos y salí para fumar un cigarro. Mientras encendía mi cigarro, una mujer de edad avanzada me veía desde el otro lado de la calle. Después de unos cinco segundos, ella bajó la mirada. Terminé mi cigarro y me dirigí a los archivos. Y noté que el vampiro murió a la edad de 21 años el día 23 de julio de 1967.
Las posibilidades pueden ser trucos, pero cuando nuestra inteligencia no alcanza a entender esos trucos, se convierten en magia. En este caso, en cosas paranormales. La semana pasó y no podía refutar la teoría del vampiro. Y en un acto de irritación, me vi en la necesidad derrumbar la idea del vampiro, para poder develar el caso Suárez con toda calma.
Los pocos registros que pude obtener del dichoso vampiro, fueron que él era de Tabasco. No tenía nombre. El joven nunca salía de su casa. Incluso fue acusado de hacer cosas que inquietaban a los vecinos. Una señora de nombre Leonora Chuc, testificó que practicaba brujería, después de la muerte del joven. En su casa se encontraron restos de cerdos y pollos en el piso. Esto fue todo lo que pude encontrar. Como se puede notar, la persona que redactó dicho registro, era creyente de la vampirez del occiso. Pedí anuencia al gobernador, de que me diera permiso de abrir la tumba del joven, y desechar la teoría del vampiro. Me la negó. Invité al gobernador, a tomarnos unas cervezas en el “Dorado”, y ahí obtuve mi permiso.
Fui con unos de prensa al cementerio. Pero los chismosos le ganan a los buitres, y pronto me vi rodeado de cientos de testigos. Abrimos la tumba, que estaba limpia y pulcra, y notamos que no había nada en el féretro. Las señoras se persignaron y lloraron de espanto. Una de ellas se me acercó con la cara pálida y me dijo:
—Pobre de usted. Seguro irá por ti.
Una gota de sudor recorrió mi columna. Fue como un latigazo frío. No podía creer que todo lo que me parecía explicable, pudiera nublarse y densarse en un hecho inverosímil. Pronto quedé solo. Parado frente a la tumba de un desconocido. Frente los aposentos de un vampiro regional.
De regreso a mi casa, me postré frente al monitor de mi computadora, sin nada que pudiera copiar. Querría decir que estaba pensando, pero la realidad es que estaba fuera. Estaba ido. Me acosté en mi hamaca, y al apagar la luz, todos los ruidos me parecieron extraños. Incluso pude escuchar ruidos en los que nunca había prestado atención. No pude dormir. Me levanté, encendí la televisión para que me hiciera compañía, me preparé un café y me fumé la noche con su madrugada. Al otro día amanecí en el sofá de mi sala. Me bañé, y las cosas seguían igual.
Existe un momento después del trauma, en donde la aceptación se vuelve agria. Ese momento de fragilidad en donde no tienes la seguridad de decir algo creíble. En esos momentos, es preferible callar.
Mi agenda marcaba la visita a la casa del difunto. Había planeado una visita con su familia. Al llegar, la señora me vio con una cara de espanto, como si compartiera una maldición con su servidor. Me veía con tristeza, pero también a cierta distancia. Como si estuviera en cuarentena. Las preguntas normales fueron contestadas. La razón de su viaje era muy casual. Visitar a sus familiares, como cada año. La razón del por qué no fue su marido fue porque tenía que ver algo de su trabajo.
—para qué nos hacemos pendejos—me dijo la señora—ambos sabemos que mi marido fue asesinado por el vampiro—y lloró como nunca antes había visto una mujer llorar.
—Es por puro trámite, señora. Perdone la molestia.
—No, no—se enjugó las lágrimas, y se sonó la nariz—perdóneme usted. Pero debe comprender que es difícil aceptar que tu marido fue asesinado por una criatura, que sabe Dios dónde anda.
—La entiendo señora.
De pronto, un grito rápido y duro nos asustó. Era su hijo que había estornudado.
—¡Mauricio!—dijo la señora—ya nos asustaste a mí y al señor. Ya te dije que por lo menos te tapes la chingada boca.
—Perdón mamá—era un joven regordete de unos 18 años—buenas tardes.
—Buenas tardes
—¡Cómo me encabrona que grites! ¡Estornuda normal, carajo!. Entre tú y tus tíos me van a matar un día de estos. Siento que la presión se me sube cada que me espantas—la señora había tomado mis palabras y se las había dicho al gordo.
—¿quiere agua? ¿O algún refresco?—me ofreció la señora.
—No, no se moleste. Ya me retiro para no importunarla más.
Me paré y me acompañaron a la puerta.
—Muchas gracias por venir.—me dijo la señora—espero que pronto se dé una vuelta a almorzar. Será bienvenido.
Observé al joven que se hacía el tonto mientras nos despedíamos cordialmente.
—Los vendré a molestar pronto, lo juro.
—No, no será ninguna molestia.
El rostro del joven se empezó a deformar. Como si quisiera sacar algo. Su madre no lo veía porque él estaba a sus espaldas. Era un estornudo. El gordo giró la cabeza para no bañar a su madre. Supe que la señora iba a brincar del susto por el estornudo, y no hice nada por impedirlo. Un susto ajeno no me caería nada mal. Un poco de risa me vendría muy bien. El joven estornudó de lado, pero el sonido que emitió fue opaco. Raro. Como si se tratara de aire comprimido. El joven hizo movimientos de desesperación, y no podía regresar su cabeza. De pronto, una burbuja color carne salió de su cuello. En la parte izquierda. Él había inclinado su cabeza hacia la derecha para evitar estornudarle a su madre encima. La burbuja estalló. Un chorro de sangre salió, con tal presión que le dio a la puerta y sonó con fuerza. La madre del joven sintió el baño de sangre, y al voltearse, vio a su hijo, con la cabeza inclinada hacia la derecha, y con un chorro de sangre saliendo de la parte izquierda. Sus manos intentaban tapar el chorro, mientras que sus ojos veían con espanto nuestros rostros horrorizados. El joven se recostó en el suelo, aún con la cabeza pegada al hombro derecho. Los gritos y llantos de su mamá no pudieron impedir la hemorragia que acababa con su vida. El acto mortal del muchacho duró 20 segundos. Veinte segundos fueron los requeridos para que se desangrara todo.
Después de presenciar el acto atroz, los médicos me explicaron que al impedir el estornudo, la traquea se cierra y el aire sale a presión. Se comprimió en su cuello, y estalló. La sangre que viaja por la yugular, va con una presión considerable. Y si le aunamos la fuerza del estornudo, se triplica. La salida, casi total de la sangre del cuerpo se explica por la inercia. Un ejemplo, me dijo el médico, es cuando sacas gasolina de un carro con una manguera. Primero absorbes, y cuando sale, ya sólo tienes que esperar a que salga lo que quieres. Así ocurrió con el joven, y así ocurrió con el señor Suárez. Ambos, como lo son los familiares de la parte paterna, estornudan con fuerza. No hay que ser adivinos para saber que el señor Eduardo Jiménez murió de la misma forma.
Al final, recobré la cordura. Y muchos conocidos de Champotón me vieron con ojos de admiración. Regresé a mi casa, y noté que algo me hacía falta. Algo que había dejado en algún lugar. En la casa de la señora Suárez. O en mi oficina. Mi confianza.
9 comentarios:
esa madre fue verdad?? para que se lo digo a mi novio que estornuda como poseido.
yes, fue verdá. Lo juro por el vampiro de champotón. Y ten cuidado cuando tu novio estornude, no vaya a ser que le salga más que una burbuja de sangre.
que hueva
Que hueva?...aunque el relato tiene un toque de horror y fantasia, pues es verdad. Digo... no es que este en estadisticas de muerte, pero si puede suceder.
Chido el relato Wil. Me pareció exelente la forma de mezclar indultos y la forma de hablar de aqui, de Champotón/Campeche/Sureste. Exelente. Me arrancó varias risas.
Mussgo
alcon: no seas guevón. Lee y comenta, si no te apetece las primeras líneas , méntame la madre. Tienes el derecho.
Rima: Muchas gracias por leerlo. Espero seguir escribiendo cosas que gusten.
Mussgo: Muchas gracias. Seguiré la misma línea. Un saludo.
Muy bueno Wil, muy bueno, estaba por comentarte que no solo subieras videos cagados, que escribieras tambien, pues tienes muchisimo talento.
Espero que varios de mis familiares lean esto pues estornudan como verdaderas bestias del averno, por mencionar alguno tenemos a bomberito juarez, solo que a el se le descompuso la glandula cacarea. pues su esfinter es un autentico colador, debe ser por tanto estornudo descomunal.
Muy buen escrito Wil, nos vemos el fin, los espero en merida.
Muy bueno Wilo, clap, clap, clap.
No, pues mi querido Jebus, tienes toda la razón. Hay que cuidar la glándula cacarea o también llamada vena pedorrial. ¿a poco no encabrona cuando de la nada sueltan ese estornudo sonoro? no sé que ángel invisible nos impide que le rompamos la madre. Un saludo
Rodro: Muchas gracias. Qué bueno que me mandas los claps, claps. Que si fuera lusesita preferiríra los flops, flops. Un saludo.
Se habrán dado cuenta de que les puse una liga para el cuento que antecede aeste? Tendré que subirlo mejor.
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