Una razón de peso para no comprar piratería hace 3 ó 4 años es que los estrenos venían con doblajes españoles, así que no era extraño encontrar a Bruce Willis diciendo cosas como: “¡Eh, tío, que sois un gilipollas!” Ahora los papeles se han invertido y son los piratas quienes ofertan filmes subtitulados mientras el cine comercial me obliga a ver películas dobladas nada menos que con las voces de Arath de la Torre o el “Tata”.
Si algo podía presumir México, respecto a países como España, era haber acostumbrado a su público a un cine donde oír la voz original de un actor tenía sentido. Por lo tanto, se trataba de espectadores que sabían la diferencia entre recitar y transmitir. Si uno ha estado en un grupo de teatro o ha querido mentirle a la esposa respecto a donde estuvo la noche pasada, sabe que la pronunciación lo es todo. La excusa perfecta fracasa si titubeamos entre el “Así sucedió” y el “Te amo”. Las cosas, por desgracia, se han emparejado. Ahora la mayoría de las cintas vienen dobladas en nuestro país y sin derecho a elegir, lo cual no deja de ser un retroceso en materia de entretenimiento.
Hernán Casciari, ese defensor ejemplar del derecho al subtítulo y quien debo haber escrito este texto, ha hecho la comparación definitiva a través de la música: “Es como ir a un concierto de Bruce Springteen y que aparezca Constantino Romero en medio del escenario”. En un contexto más cercano, ir al cine y ver una cinta doblada es como ir al concierto de reencuentro de The Police y escuchar por las bocinas a Yuridia cantando: “Todo amanecer / todo anochecer / siempre te amaré”.
Es la pereza lo que ha llevado al auge del doblaje, pero es también la ignorancia de un empresariado que cree que una sala semivacía obedece más que nada a un público incapaz de leer un par de líneas mientras dos actores dialogan. Atenidos a ese dogma, los dueños de las salas buscan públicos cada vez más holgazanes y les dan cintas con audio español. Si la gente no abarrota las salas, dicen, hay que culpar entonces a la piratería, a las cintas de arte, a los subtítulos, pero shhh no mencionemos nada de los precios abusivos, los vasos con más hielos que refresco, el exceso de malas historias para el verano.
La televisión mexicana tiene una amplia tradición en el doblaje, en primera instancia, porque no fue concebida como una experiencia en sí misma sino apenas como una forma de entretenimiento mientras se hace otra cosa: se plancha, se costura, se cena o se “cuida” a los niños y la pantalla estará ahí contándonos una historia que seguimos por partes, cuando hay oportunidad de despegar la vista de la novia o la tarea. La televisión abierta ha sido el ruido de fondo de nuestras actividades en la casa, o la bocanada contra el aburrimiento en las salas de espera. Es algo que puede dejarse porque la vida tiene cosas más importantes.
El cine no. Pagamos por una historia, por un director, por un actor o por lo menos por una decena de rubias que salen en bikini. Nos aislamos del mundo, a menos que un celular suene. El cine es una experiencia en sí mismo. Por ese motivo es una herejía escucharlo doblado: es una traición a los motivos que nos han llevado ahí, a la oscuridad de una sala.
El doblaje es un acto de censura. En la televisión, por ejemplo, oír tantas veces la expresión “¡Demonios!” es pensar que un sicario habla más como novicio que como matón. Los asesinos no maldicen así. Los terroristas no dicen “¡Oh, ese maldito!”. El motivo es simple: los insultos son más ofensivos en voz alta. Cuando vienen escritos son parte de una trama; dichos a viva voz, nadie sabe por qué, sólo provocan la risa del espectador mexicano.
Pero no nos extrañe. Para quienes ven al cine como negocio, cualquier película de éxito puede ser tratada como si fuera porno o de acción: “Doblémosla”, justifican, “que el diálogo es apenas algo que sucede entre un disparo y otro”.
Uno puede entender que el cine de animación se distribuya en español. Al fin de al cabo se trata de seres creados por un dibujante y que cobran vida gracias a una computadora –un ejército de hormigas, un par de peces, un panda rojo-, pero no sucede lo mismo con las personas. La interpretación de un personaje entraña horas de ensayo, entonaciones diversas, el caló de su clase social. Una actuación supone más que lagrimar en el momento necesario o resbalarse para producir una carcajada (para eso están los videos de Youtube). Se hace drama y comedia en la forma de abordar una conversación. Volver verosímil una frase que provino del papel: eso es esencialmente actuar.
¿Que el doblaje es cómodo? Por supuesto, si no, no sería tan pobre. En su afán por dar todo digerido, las compañías de doblaje no tienen empacho en alterar los guiones con referencias mexicanas, acortar las frases a fin de que se sincronicen con los gestos del actor y hacer que todo Hollywood suene a una treintena de voces, sin mayores matices que el grito o el susurro. Dejar el cine en manos del doblaje es como leer a Shakespeare traducido por un software: nunca sabremos por qué es tan grande, por qué definió la literatura, por qué es necesario. Toda película pierde en el doblaje y tratar a los espectadores como a niños que apenas saben leer, nos demerita como público. Y demerita a los niños, mucho más inteligentes de lo que suponen los dueños de las salas de cine.
Si algo podía presumir México, respecto a países como España, era haber acostumbrado a su público a un cine donde oír la voz original de un actor tenía sentido. Por lo tanto, se trataba de espectadores que sabían la diferencia entre recitar y transmitir. Si uno ha estado en un grupo de teatro o ha querido mentirle a la esposa respecto a donde estuvo la noche pasada, sabe que la pronunciación lo es todo. La excusa perfecta fracasa si titubeamos entre el “Así sucedió” y el “Te amo”. Las cosas, por desgracia, se han emparejado. Ahora la mayoría de las cintas vienen dobladas en nuestro país y sin derecho a elegir, lo cual no deja de ser un retroceso en materia de entretenimiento.
Hernán Casciari, ese defensor ejemplar del derecho al subtítulo y quien debo haber escrito este texto, ha hecho la comparación definitiva a través de la música: “Es como ir a un concierto de Bruce Springteen y que aparezca Constantino Romero en medio del escenario”. En un contexto más cercano, ir al cine y ver una cinta doblada es como ir al concierto de reencuentro de The Police y escuchar por las bocinas a Yuridia cantando: “Todo amanecer / todo anochecer / siempre te amaré”.
Es la pereza lo que ha llevado al auge del doblaje, pero es también la ignorancia de un empresariado que cree que una sala semivacía obedece más que nada a un público incapaz de leer un par de líneas mientras dos actores dialogan. Atenidos a ese dogma, los dueños de las salas buscan públicos cada vez más holgazanes y les dan cintas con audio español. Si la gente no abarrota las salas, dicen, hay que culpar entonces a la piratería, a las cintas de arte, a los subtítulos, pero shhh no mencionemos nada de los precios abusivos, los vasos con más hielos que refresco, el exceso de malas historias para el verano.
La televisión mexicana tiene una amplia tradición en el doblaje, en primera instancia, porque no fue concebida como una experiencia en sí misma sino apenas como una forma de entretenimiento mientras se hace otra cosa: se plancha, se costura, se cena o se “cuida” a los niños y la pantalla estará ahí contándonos una historia que seguimos por partes, cuando hay oportunidad de despegar la vista de la novia o la tarea. La televisión abierta ha sido el ruido de fondo de nuestras actividades en la casa, o la bocanada contra el aburrimiento en las salas de espera. Es algo que puede dejarse porque la vida tiene cosas más importantes.
El cine no. Pagamos por una historia, por un director, por un actor o por lo menos por una decena de rubias que salen en bikini. Nos aislamos del mundo, a menos que un celular suene. El cine es una experiencia en sí mismo. Por ese motivo es una herejía escucharlo doblado: es una traición a los motivos que nos han llevado ahí, a la oscuridad de una sala.
El doblaje es un acto de censura. En la televisión, por ejemplo, oír tantas veces la expresión “¡Demonios!” es pensar que un sicario habla más como novicio que como matón. Los asesinos no maldicen así. Los terroristas no dicen “¡Oh, ese maldito!”. El motivo es simple: los insultos son más ofensivos en voz alta. Cuando vienen escritos son parte de una trama; dichos a viva voz, nadie sabe por qué, sólo provocan la risa del espectador mexicano.
Pero no nos extrañe. Para quienes ven al cine como negocio, cualquier película de éxito puede ser tratada como si fuera porno o de acción: “Doblémosla”, justifican, “que el diálogo es apenas algo que sucede entre un disparo y otro”.
Uno puede entender que el cine de animación se distribuya en español. Al fin de al cabo se trata de seres creados por un dibujante y que cobran vida gracias a una computadora –un ejército de hormigas, un par de peces, un panda rojo-, pero no sucede lo mismo con las personas. La interpretación de un personaje entraña horas de ensayo, entonaciones diversas, el caló de su clase social. Una actuación supone más que lagrimar en el momento necesario o resbalarse para producir una carcajada (para eso están los videos de Youtube). Se hace drama y comedia en la forma de abordar una conversación. Volver verosímil una frase que provino del papel: eso es esencialmente actuar.
¿Que el doblaje es cómodo? Por supuesto, si no, no sería tan pobre. En su afán por dar todo digerido, las compañías de doblaje no tienen empacho en alterar los guiones con referencias mexicanas, acortar las frases a fin de que se sincronicen con los gestos del actor y hacer que todo Hollywood suene a una treintena de voces, sin mayores matices que el grito o el susurro. Dejar el cine en manos del doblaje es como leer a Shakespeare traducido por un software: nunca sabremos por qué es tan grande, por qué definió la literatura, por qué es necesario. Toda película pierde en el doblaje y tratar a los espectadores como a niños que apenas saben leer, nos demerita como público. Y demerita a los niños, mucho más inteligentes de lo que suponen los dueños de las salas de cine.
11 comentarios:
Este, mi estimado Eduardo, fue un artículo extraordinario.
Las compañías distribuidoras pueden hacer todos los anuncios de "saqué un 10 pirata, papá" que quieran; a menos que comiencen a traer BUENAS películas en sus versiones ORIGINALES a los cines del lugar en el que vivo, no voy a tener el más mínimo sentimiento de culpa por las 4000+ películas no-pornográficas que he bajado.
Hay traducciones muy buenas y otras que incluso se convierten en parte de nuestra experiencia (recuerda el acento argentino de Pinocho al decirle "papaíííto" a Gepetto en la caricatura de Disney), pero en general el trabajo que hacen, sobre todo a la hora de "adaptar" los diálogos a para que sean tan mamones y nacos como suponen (y tal vez tengan razón) que es el público de México, es horrendo.
¿Qué hacen cuando quieren traducir a James Earl Jones? ¿Contratan a Enrique Rocha (a quien, por cierto, también contrataban cuando había que doblar a Saúl Lisazo en los comerciales de Bacardí o Don Pedro)? ¿Cómo se les ocurre que pueden traducir la voz de Hannibal Lecter, que Anthony Hopkins creó combinando las voces de Katharine Hepburn, Truman Capote y HAL-9000? ¡Eso de "actuar" tiene su chiste! ¿Creen que Morgan Freeman habla como habla porque así es su voz y su forma de hablar? ¡No, señor! ¡Le ha tomado muchísimos años convertirse en un Tío Remus de carne y hueso! ¡Ha dedicado su carrera artística a eso! ¡¿Y creen que cualquier pelagatos puede suplirlo así como así?!
Otra cosa: el cine no nada más es (o debería ser) una experiencia diametralmente distinta a la televisión, sino que además es otra industria por completo. Que te pasen comerciales de coches, refrescos y cualquier otra mierda antes de una función no es otra cosa que una PASADA DE VERGA. Ya pagaste tu admisión. No es como la programación de la tele, que la pagas hasta que compras algo en el súper.
Ah, y eso de oir a todo Hollywood reducido a una treintena de voces no puede ser más cierto: sospecho que los que doblan las voces de los negros al español deben ganar más dinero al año que Julia Roberts. Nada más hay DOS voces para toooodos los actores afroamericanos que existen: voz chillona (del Príncipe del Rap) y voz ruda (todos los que no son el Príncipe del Rap). Ve "Bad Boys" traducida y dime si me equivoco.
ESTE COMENTARIO CONTINUARÁ...
estoy completamente deacuerdo con ustedes. El doblar una película es unacto de violación, o mejor dicho, de desfloración a la fuerza.
Odio las películas que son dobladas al español. Sólo en pocas ocasiones me han agradado las películas con doblaje.
Pero es peor cuando todo el paquete jodido se te presenta: el cambio del título de determinada película+lo caro de los insumos dentro de la sala+ y doblada al español con actores versión 4 como Eugenio derbez y el horrendo pero ídolo de JM Adal Ramones. Es por eso que desconté de un madrazo a la mujer de la taquilla cuando me recordó la compra de mi boleto diciéndome "Dos para Karate Panda".
Por eso, jóvenes, cuando un taquillero les pregunte si quieren su película "¿La quiere Doblada?", respóndanles, "No, pero a tu mamá sí que le gusta".
lamentablemente nos tratan como ignorantes y degradan el trabajo de los directores y actores, que pensaria Steve Carell si supiera que le pusieron la voz de eunuco de el tata? casi es una invitacion a comprar pirateria para poder ver una pelicula como debe de ser y luego se quejan de que las salas estan vacias carajo
No pienso chuparte las medias diciendo que este escrito es una joya, no señor.
Así que entremos en materia antes de que diga que este escrito es una joya.
El Súper Agente 86 como mencionas en esta joya de escrito muestra lo insufrible que puede ser un doblaje. Yo vi la versión doblada por el Tata, y fue algo espeluznante, más que los dos imbéciles que tenía delante que no paraban de reírse (sospecho que P puede darte una descripción más completa de estos indeseables personajes que abundan en los cines). Poner a doblar al Tata la película que se inspiró de una serie de los años sesentas (que él dobló en esas fechas) no es rendirle tributo, sino exponerlo a una vergüenza terrible, es decir, es como que pongan a Pelé a jugar de centro delantero en el próximo mundial. Obviamente el ridículo es inevitable. Es la primera vez que veo que un anciano con voz de anciano le dobla la voz a un hombre “joven”.
En fin, merecido se tienen los dueños de los cines las bajas ventas de boletos. Nada me da mas gusto que fracasen sus películas dobladas, aunque para ser sincero, cuando he ido a ver películas dobladas, invariablemente la sala está al reventar, cosa que me da ha pensar de que todos nos estamos volviendo en unos imbéciles.
Apoyo la moción, de hehco si no encuuentro boletos para Batman sub mañana, tendre que esperar hasta la proxima semana para verla, o escupirle en la cara al gerente del cine.
Creo que a pesar que a muchos nos moleste el doblaje en los cines, la razon a pesar de que si es de mercadotecnia no va por donde dice Eduardo...
Va mas por el lado de que en Mexico no esta acostumbrada a leer y no le gusta leer... Por eso prefieren mal traducido que leido...
Cambiando de tema... Oye Will... Tu si eres una fina persona me cae...
La gente no està acostumbrada a leer, Jorge? Eso qué significa? Que en el futuro los productos no van a tener ni siquiera nombre y sólo un logotipo los va a distinguir? Que le van a quitar las letras pequeñas de ADVERTENCIA: EL CONSUMO DE ESTE REFRESCO ES MORTAL porque "pues en México nadie lee"? Pero ¡ah, claro! eso es mercadotecnia.
Los dueños de los cines hicieron, como los perredistas, una consulta pública para saber si la gente prefiere leer los subtítulos o escuchar las voces? ¿Cómo saben que no les gusta leer?
Y cambiando de tema: nada prueba más la finura de WIl que sus comentarios sobre literatura:
WIL: Borges es un chingón.
JM: Sí. Cómo explicarlo. Borges es breve, pero profundo.
WIL: Podríamos decir que Borges es "chiquito pero rinconero"
Muchas gracias Jorgito. Un saludo. siempre será mi lema, la palabra por delante, lo demás, por atrás. Por eso yo siempre soy hombre de palabras.
Esas fotos de los comments, me traen. Por un lado, la chiki chiki, como diría JM, de Lus. hasta lamo el monitor, mi chinita poblana. Me cae que me gastaría todo mi dinero para vestirte de china poblana todo el año. Y por otro lado, el maestro zidane de Jorge Aranda. Si zidane fuera escritor, intentaría escribir como él.
Eduardo será mi biografo cuando me vuelva famoso.
Doblaje, maldito doblaje. Precisamente acabo de llegar del cine y de enfrentarme a esa horrible epidemia en la que le ha dado a todos los cines por doblar películas.
Mientras estamos en ese remoto lugar del país llamado península de Yucatán creemos que todo es culpa del veintiúnico cine comercial que tenermos, que son una bola de ignorantes y en el que sólo ponen películas dobladas, pero mi coraje lo vine a hacer a Puebla, donde ando visitando a unos amigos.
Convencí a mis cuates de ir a ver Hellboy, despues de que JM me dijo que el guión lo hizo del Toro me entraron ganas de irla a ver, y nos fuimos al cine que nos queda más cerca para encontrarnos que estaba doblada, así como todas las demás películas que ponían, es más la única que estaba subtitulada, sólo en una sala por cierto, era Batman y eso que el cine al que fuimos tiene ocho. En mi afán por ver Hellboy subtitulada me conseguí un periódico y me puse a revisar las otras cadenas de cine, que aquí en Puebla hay varias así que excusas no hay, y ¡sorpresa! todas las que me quedaban cerca presentaban en el %80 de sus salas películas dobladas, no j.....
Si quiero ver Hellboy en inglés tengo que irme hasta el otro lado de la ciudad donde cinépolis tiene dos cines más caros que los otros cinépolis cercanos a la casa de mis cuates, lo cual implicaría no sólo pagar más de entrada sino pagar dos camiones, malditos rateros. Y después se preguntan porque la gente no va al cine y compra piratería.
P.D. Por cierto me encantó el artículo, sobre todo el final.
A ustedes los deberían doblar porque hablan retemal mano, pura cochinada, y a huchín hay que subtitularlo ¡¡no se entiende!!
PD Reniego de todo lo anterior.
El respeto al derecho ajeno es la paz.
Saludos, Bomberito.
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