Desaparecidas

Llegas a los cine Hollywood, te sientas en tu incomodísima butaca, una señora gorda como una morsa se desparrama en el asiento de enfrente, se columpia hacia atrás, te rompe las rodillas, ahogas el grito de dolor, un cosquilleo te acaricia los tobillos de los pies, bajas la mirada, es una cucaracha que escapa presurosa, las luces se extinguen en su totalidad y presientes que todo aquello será lo más emocionante que ocurrirá durante la próxima hora y media.

Esto es lo que ocurre el 90% de las veces que voy al cine. O mejor dicho, esto fue lo que ocurrió hace unas semanas, la última vez que entré a un cine en Campeche.

-¿Vemos la película de Avril Lavigne? –pregunta mi amiga.

-No sabía que actuaba Avril Lavigne –digo sorprendido.

-Sí, mira, ahí está el cartel de la peli –dice mi amiga.

Observo el cartel y con el colmillo retorcido sospecho que Avril Lavigne aparecerá, exagerando, 5 o 10 minutos en la película. Naturalmente me reservo mis sospechas porque mi amiga ya está en la fila comprando los boletos muy emocionada.

Ya dentro del cine, en el intermedio de la película (sí, en Campeche existen aún los intermedios) descubro que mis sospechas estaban erradas, Avril Lavigne lejos de aparecer 5 o 10 minutos sólo ha hecho acto de presencia en una escena que duró minuto y medio y francamente ya no recuerdo si dijo alguna línea.




La película transcurre, una intrascendencia total. Incluso los protagonistas, Richard Gere y Claire Danes parecieran ser actores de televisión, limitadísimos. De hecho pareciera que la película es un capítulo para la televisión de una serie de detectives de los años ochentas donde el hombre y mujer detectives están en la búsqueda de un asesino serial, y, desde los primeros 10 minutos de la trama ya sabes perfectamente quién es el malo.

“Ahora sí te agarramos peluquera asesina, sabemos que tu mataste a todas esas jovencitas, incluyendo a Avril Lavigne”.

Fin. Aparecen los créditos y no doy crédito de que la gente de Hollywood siga timando gente, o mejor dicho, que sigan tomándose la molestia de rodar grandes producciones con directores y escritores tan malos. Llego a casa e investigo quiénes fueron los culpables de robarme dos horas de mi vida y resulta que los escritores de Desaparecidas son los mismos que nos trajeron las joyas Anaconda, Komodo y Anacondas: The hunt for the blood orchid.

¿Será posible que el cine se siga rebajando todos los días en rodar historias tan patéticas? La respuesta es obvia, sólo hay que echarle un ojo a la cartelera.

En fin, el mundo se ha vuelto loco y pareciera que todo el talento del cine se mudó a la televisión. Basta ver un capítulo de series magnificas y casi perfectas como Damages o Dexter para comprender por qué la gente ya no quiere salir de casa a que le asalten en la dulcería por un par de refrescos y una cubeta de palomitas.