No se si sepan pero hace 15 días me despidieron de mi
trabajo. Hubo recorte de personal en la empresa y siendo yo el más nuevo (o
quizá el menos eficiente) me metieron en el saco de los perdedores que arrojaron
al fondo de un caudaloso río de incertidumbre, lágrimas y miedo.
No fue una sorpresa para mí, la empresa estaba
atravesando por una temporada difícil y el dueño nos lo hizo saber de inmediato
en un par de juntas donde reunió a todo el personal. Urgía conseguir clientes o
todo se iba a la mierda.
-¿Te van a despedir, verdad? –me preguntó Fiera
comiéndose las uñas-. Tengo un muy mal presentimiento.
Intenté tranquilizarla diciéndole que no pasaba nada,
que no me iban a despedir. Pero en el fondo, sabía que sí. Una lástima porque
la empresa me gustaba mucho, el ambiente era juvenil y relajado. Me sentía como
pez en el agua, podía ir vestido como quisiera, incluso presentarme en
chancletas. Y de no ser porque Fiera fue tirando una a una mis camisetas con
agujeros, hubiera ido todos los días al trabajo con mi habitual look de
pordiosero que uso a la hora de escribir en casa.
Mi trabajo me gustaba mucho, hasta que empecé a tener
más y más tiempo libre en la oficina, hasta llegar al insalvable punto en que mi
jefe me dijo por el iChat que bajara a la sala de juntas.
Me sentí como un cerdo caminado por los pasillos
ensangrentados del matadero. Sabía perfecto lo que me encontraría detrás de la
puerta de la sala de juntas.
Algunos amigos lo han tomado como un insulto. Qué
puedo decir. Trabajaba en una agencia de creatividad.
Toda esta larga introducción viene a cuento porque
hace un par de días sonó mi celular. Era el dueño de la empresa donde
trabajaba. Me llamaba para invitarme a la fiesta de Halloween de la agencia.
Sin duda, un gesto amable de su parte. Él fue un buen jefe y yo un buen
empleado. No hubo insultos ni rencores a la hora de recibir la noticia de mi
despido. Un cheque de liquidación obra el milagro de apagar las llamas del resentimiento.
-Yo no pienso ir –me informó Fiera cruzada de brazos-.
No puedo creer que te hayan invitado, es una falta de respeto.
Le expliqué que todos en la agencia son mis amigos.
Que no me vendría mal ir a saludarlos. Tomar una cerveza con ellos.
-Como quieras, yo no voy –dijo Fiera mirando al vacío.
Entonces recibí este mensaje por Facebook de mi ex
jefa:
Lo primero que se me ocurrió fue sacar del armario mi
disfraz favorito, el del chupacabras-intelectual-amigo-de-todos-los-animalitos
(excepto de las cabras, por supuesto).
Pero luego reparé en que un disfraz cosopobre tenía la
particularidad de que había que fabricarlo uno mismo. Así que puse manos a la
obra y en menos de un minuto lo tenía listo, mismo que ahora les presento y que
causó gran conmoción en la fiesta, tanto, que durante toda la celebración no sé
escuchó nada más que el denso y profundo silencio de la noche (y una que otra
respiración por demás incómoda).
ESTOY DESEMPLEADO
COMPRAME UNA NOVELA MALA RACHA
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