Dos de los superhéroes más influyentes del mundo del cómic y el cine trabajan en periódicos: Superman y el Hombre Araña. No es que resulte muy sencillo librar al mundo de villanos como Lex Luthor y el Duende Verde, pero Clark Kent y Peter Parker parecen sufrir más al momento de entregar una nota o vender una fotografía. El superhéroe, en efecto, responde al llamado de la justicia, pero el reportero tiene que atender la llamada -más inoportuna, si se puede- de su jefe de información en el teléfono. Los villanos de cómic son científicos que se han vuelto locos y quieren conquistar el mundo; los de la vida real desean cosas menores -como vivir del presupuesto- pero con la misma demencia.
Ningún enfrentamiento puede ser más estresante que las juntas editoriales: el Doctor Pulpo es el típico gordo con tentáculos con el que no quisieras coincidir, pero un jefe como Jonah Jameson es mucho peor, porque tarda hasta dos meses en autorizarte las vacaciones. Ser superhéroe es una vocación para quien ha sufrido un trauma como Batman o para tipos susceptibles a la ira, como Hulk, pero el periodista necesita además una paciencia de hierro para cubrir las sesiones del Congreso del Estado.
Es quizás por eso que vemos a los periodistas como héroes que luchan contra muchas cosas: la censura, el viejo sistema, la mala fe entre colegas y la falta de boletos suficientes para las rifas. Así como hay Hombres X, Vengadores, Cuatro Fantásticos y la Liga de la Justicia, los gremios periodísticos se agrupan en: Reporteros, Fotógrafos, Columnistas, Presentadores de televisión, Caricaturistas, Comentaristas de radio y Editores. Los grupos informativos se apoyan y se repelen, luchan por lo mismo pero al parecer cobran en nóminas distintas y eso hace toda la diferencia.
Los superhéroes del periodismo se dividen en gráficos y verbales. Por ahora me ocuparé sólo de los segundos, porque en verdad parecen tener superpoderes. Los reporteros, por ejemplo, están en dos o tres lugares al mismo tiempo y son capaces de contar lo que sucedió en un sitio sin haber estado ahí. Saben de medicina, de educación, de economía, de política, de medio ambiente; entienden de meteorología y de inflación, transcriben las palabras de funcionarios que apenas saben hablar, entrevistan al líder de los taxistas y salen ilesos. Los reporteros son personas que viven una vida normal hasta que se ponen el chaleco caqui de “Prensa” y entonces algo en ellos se transforma. Exponen sus vidas durante invasiones de terrenos y protestas campesinas, acompañan los operativos y asisten a inauguraciones de eventos culturales, se mantienen despiertos durante festivales del DIF y todavía llegan a las redacciones a teclear a toda prisa. Sólo por eso se les perdona que escriban “Ministerio Publico” sin tilde.
El jefe de redacción es como el Profesor Xavier, a quien parece que nadie moverá de esa silla pero que es capaz de ver lo que está aconteciendo en todos lados en todo momento. Ha desarrollado facultades mentales tan elevadas como para distinguir una nota auténtica de policía de un boletín de la SSP. Reúne a sus muchachos y les encomienda misiones suicidas como el inicio de la veda de camarón o un sondeo sobre la reforma petrolera. El jefe de redacción sabe que tiene que conducir a su equipo hacia el triunfo del Bien, sobre todo cuando está cerca el año electoral y el Bien está comprando buena publicidad.
Los columnistas políticos, aunque son héroes, se asemejan más al Acertijo, aquel villano de Batman, porque andan dejando adivinanzas por todos lados: “¿A que no sabe usted, estimado lector, qué funcionario público federal ya está en campaña?”, “¿Los nombres que suenan en el PRI para el 2009? ¡Por supuesto!”, “¿Será que el Partido de la Revolución Democrática pueda sobrevivir a esta desbandada?”, “¿Estuvieron los delegados en lo correcto en aparecer en aquel evento panista?” El columnista quiere ser un oráculo que en lugar de Delfos despacha desde el café, pero tiene más que ver con Edipo: con la cabeza en tantos lados que nunca distinguiría a su esposa de su madre. Además el columnista tiene un aliado a quien nadie ha visto, pero cuya inexistencia sería peligroso declarar. Se llama “opinión pública” y el editorialista recurre a ella cada que se queda sin argumentos: “estarán de acuerdo conmigo”, “no lo digo yo, lo opina medio mundo”, “es algo que se sabe”.
Los presentadores de noticias y los comentaristas de radio son como Ironman: por fuera máquinas y por dentro seres humanos. Nos hablan a través de aparatos electrodomésticos y opinan gracias a una cosa que parece surgida de un desastre nuclear: el espectro radioeléctrico. Combaten la injusticia desde apretados estudios que dan la sensación de ser más amplios, bajo capas insoportables de maquillaje y con invitados que articulan sus oraciones con la sintaxis de un ruso que conoce por primera vez el castellano. El presentador de medios electrónicos lucha contra el tiempo y los cortes comerciales, que es como pelear contra Lex Luthor y luego cobrar en alguno de sus negocios.
En el último escalafón están los editores, que son como esos superhéroes creados sólo para hacer bulto y cuyas aventuras a nadie interesan. No existen editores estrella ni redactores que reciban canastas navideñas, pese a que luchan diariamente contra fuerzas desconocidas, como la Comisión Federal de Electricidad y el Word 2007 de Microsoft. Pero eso no importa, son personajes menores y en el mundo de los cómics no existen superhéroes que en su vida cotidiana trabajen armando páginas o corrigiéndole la ortografía a Clark Kent. Es quizás por eso que el Gobierno del Estado no los considera periodistas. Si existiera un superhéroe redactor (que en las madrugadas salve al mundo después de salvar el idioma en las tardes) quizás los editores alcanzaríamos boletos para la rifa del Día de la Libertad de Expresión.
Ningún enfrentamiento puede ser más estresante que las juntas editoriales: el Doctor Pulpo es el típico gordo con tentáculos con el que no quisieras coincidir, pero un jefe como Jonah Jameson es mucho peor, porque tarda hasta dos meses en autorizarte las vacaciones. Ser superhéroe es una vocación para quien ha sufrido un trauma como Batman o para tipos susceptibles a la ira, como Hulk, pero el periodista necesita además una paciencia de hierro para cubrir las sesiones del Congreso del Estado.
Es quizás por eso que vemos a los periodistas como héroes que luchan contra muchas cosas: la censura, el viejo sistema, la mala fe entre colegas y la falta de boletos suficientes para las rifas. Así como hay Hombres X, Vengadores, Cuatro Fantásticos y la Liga de la Justicia, los gremios periodísticos se agrupan en: Reporteros, Fotógrafos, Columnistas, Presentadores de televisión, Caricaturistas, Comentaristas de radio y Editores. Los grupos informativos se apoyan y se repelen, luchan por lo mismo pero al parecer cobran en nóminas distintas y eso hace toda la diferencia.
Los superhéroes del periodismo se dividen en gráficos y verbales. Por ahora me ocuparé sólo de los segundos, porque en verdad parecen tener superpoderes. Los reporteros, por ejemplo, están en dos o tres lugares al mismo tiempo y son capaces de contar lo que sucedió en un sitio sin haber estado ahí. Saben de medicina, de educación, de economía, de política, de medio ambiente; entienden de meteorología y de inflación, transcriben las palabras de funcionarios que apenas saben hablar, entrevistan al líder de los taxistas y salen ilesos. Los reporteros son personas que viven una vida normal hasta que se ponen el chaleco caqui de “Prensa” y entonces algo en ellos se transforma. Exponen sus vidas durante invasiones de terrenos y protestas campesinas, acompañan los operativos y asisten a inauguraciones de eventos culturales, se mantienen despiertos durante festivales del DIF y todavía llegan a las redacciones a teclear a toda prisa. Sólo por eso se les perdona que escriban “Ministerio Publico” sin tilde.
El jefe de redacción es como el Profesor Xavier, a quien parece que nadie moverá de esa silla pero que es capaz de ver lo que está aconteciendo en todos lados en todo momento. Ha desarrollado facultades mentales tan elevadas como para distinguir una nota auténtica de policía de un boletín de la SSP. Reúne a sus muchachos y les encomienda misiones suicidas como el inicio de la veda de camarón o un sondeo sobre la reforma petrolera. El jefe de redacción sabe que tiene que conducir a su equipo hacia el triunfo del Bien, sobre todo cuando está cerca el año electoral y el Bien está comprando buena publicidad.
Los columnistas políticos, aunque son héroes, se asemejan más al Acertijo, aquel villano de Batman, porque andan dejando adivinanzas por todos lados: “¿A que no sabe usted, estimado lector, qué funcionario público federal ya está en campaña?”, “¿Los nombres que suenan en el PRI para el 2009? ¡Por supuesto!”, “¿Será que el Partido de la Revolución Democrática pueda sobrevivir a esta desbandada?”, “¿Estuvieron los delegados en lo correcto en aparecer en aquel evento panista?” El columnista quiere ser un oráculo que en lugar de Delfos despacha desde el café, pero tiene más que ver con Edipo: con la cabeza en tantos lados que nunca distinguiría a su esposa de su madre. Además el columnista tiene un aliado a quien nadie ha visto, pero cuya inexistencia sería peligroso declarar. Se llama “opinión pública” y el editorialista recurre a ella cada que se queda sin argumentos: “estarán de acuerdo conmigo”, “no lo digo yo, lo opina medio mundo”, “es algo que se sabe”.
Los presentadores de noticias y los comentaristas de radio son como Ironman: por fuera máquinas y por dentro seres humanos. Nos hablan a través de aparatos electrodomésticos y opinan gracias a una cosa que parece surgida de un desastre nuclear: el espectro radioeléctrico. Combaten la injusticia desde apretados estudios que dan la sensación de ser más amplios, bajo capas insoportables de maquillaje y con invitados que articulan sus oraciones con la sintaxis de un ruso que conoce por primera vez el castellano. El presentador de medios electrónicos lucha contra el tiempo y los cortes comerciales, que es como pelear contra Lex Luthor y luego cobrar en alguno de sus negocios.
En el último escalafón están los editores, que son como esos superhéroes creados sólo para hacer bulto y cuyas aventuras a nadie interesan. No existen editores estrella ni redactores que reciban canastas navideñas, pese a que luchan diariamente contra fuerzas desconocidas, como la Comisión Federal de Electricidad y el Word 2007 de Microsoft. Pero eso no importa, son personajes menores y en el mundo de los cómics no existen superhéroes que en su vida cotidiana trabajen armando páginas o corrigiéndole la ortografía a Clark Kent. Es quizás por eso que el Gobierno del Estado no los considera periodistas. Si existiera un superhéroe redactor (que en las madrugadas salve al mundo después de salvar el idioma en las tardes) quizás los editores alcanzaríamos boletos para la rifa del Día de la Libertad de Expresión.
11 comentarios:
salvar al idioma! porfavor! El idioma es mutable e inmutable. Al lenguaje no lo puedes encerrar en un diccionario...
biba la mutavilidad del idioma!!! Vivan las miles de perzonas ke escriben en el sementerio del pudor!!! harriba mario!!!
La verdad sí me la jalé con esa expresión, pero a manera de ejemplo del idioma que vendrá (como ser vivo que evoluciona) y que según nuestro querido amigo -el “socialista rojo”- no debe ser encerrado en diccionario alguno, añado una nota periodística REAL antes de pasar por la mano injusta del editor.
“Como a las 4.30 de la tarde el dirigente del FCD 19 de Octubre en el Municipio de Candelaria Arquímedes García Sánchez se presenta con los de la policía Municipal para informar que ellos ya se van y que la policía Municipal se haga cargo del palacio Municipal y de fe de que no falta nada y por lo tanto como es normal se les dice que ellos no pueden recibir el palacio Municipal de Candelaria pero si estar atento para actuar en caso de actos violentos y de parte del Lic Arturo Aguilar Ramírez jurídico del H Ayuntamiento de Candelaria menciona que los del H Ayuntamiento a titulo personal no pueden recibir el inmueble sin la presencia de los regidores y de todos los jefes de áreas que deben de recibir sus departamentos para ver si no fueron violadas puertas y si no les hace falta material de sus departamentos y en la toma del palacio Municipal estaban remesas de artículos para entregar a los campesinos en apoyos al campo que no se sabe si están completos conforme a lo que se tenia almacenado y por lo tanto hasta que se den las condiciones se van a recibir las instalaciones conforme a la ley y al derecho ya que también se le invitar a los licenciados del MP para que den fe de cómo quedaron las instalaciones después de la toma de este edificio por un promedio de 300 gentes a lo máximo y se mantiene la postura según el informante de visitar en forma personal las comunidades de Candelaria y proporcionar los apoyos que correspondan ya que en la comunidades que aun están peleando sus derecho a las tierras no se puede hacer obras de caminos y de otras de este tipo, pero si apoyarlos en lo que se pueda como el caso de la comunidad de “Ignacio Madaleno” que lucha por tierras que están en litigio y se le apoya llevando agua y otros que son esenciales para su vida, pero no se participa en actos fuera de la ley financiando invasiones, según el informante”
Y NO, NO ES EL MONÓLOGO FINAL DE MOLLY BLOOM TOMADO DEL ULISES
Hay que vivirlo en carne propia para entenderlo. Las atrocidades que se cometen con el idioma por parte de los reporteros y voceros de las dependencias requieren el trabajo de los editores que hacen de esas notas algo que se puede leer y comprender. En realidad son como superhéroes del lenguaje pero invisibles ya que hasta los mismos compañeros les niegan el derecho de ser considerados periodistas.
Buen artículo Eduardo, muy de acuerdo con las fechas de la libertad de expresion.
jajaja suenan como hombres renacentistas en busca de sus verdades absolutas.
"El prejuicio humanísta sentenciaba que las lenguas eran excelentes si los gramáticos así lo consideraban"
(Breve historia de los prejuicios lingûísticos)
No niego que el trabajo de un editor sea importantísimo, pero se me hace una tontería atribuirse el futuro de la lengua "correcta y como debe ser" El lenguaje fluye sólo y el colectivo lo cambia o lo mantiene estático.
saludos
"porque roto y rompido conviven en un poema y las dos formas son 'correctas'"
El problema es cuando el lenguaje fluye hacia la simplificación, hacia lo básico. ¿¿¿Qué vendrá después, entendernos con figuritas como en las cuevas de Altamira???
"El prejuicio socialista sentenciaba que las aberraciones gramaticales eran permisibles si el colectivo así lo consideraba"
(Breve historia de los prejuicios sociales)
Yo creo que fue un chiste "salvar al mundo, como salvar al idioma". los superhéroes no salvan al mundo ni los editores salvan el idioma, apenas y pueden evitar que alguna cosa mala suceda en Ciudad Gótica o en un periódico. me parece que lo dice como una exageración, es una broma.
Chezzare: la imagen de el editor como si fuera la "mujer invisible" (o sea que sólo destacaría si se parece a Jessica Alba) es la que necesitaba para mi texto. La tomaré prestada. Saludos y gracias.
Con el ejemplo de la nota periodística que puso Eduardo queda más que claro que los editores son mucho más que periodistas y superhéroes. Son mis ídolos. En mi caso tengo a 3 monos a mi servicio renovando todos los días el blog (y no, los monos no se llaman Eduardo, Juan Manuel y P).
Mario: ser el más inteligente de tu salón no te convierte en el más chingón del mundo. Antes de burlarte de los demás porque en tu opinión se creen hombres renacentistas, fíjate en la forma en que te expresas:
"El idioma es mutable e inmutable. Al lenguaje no lo puedes encerrar en un diccionario". "suenan como hombres renacentistas en busca de sus verdades absolutas."
... ¿qué se supone que eres? ¿un dios de la antigüedad? ("¡Tú y tus preciosos humaaanos!") ¿Galactus, el devorador de mundos? ¿El Arquitecto, de Matrix 2?.
Evidentemente eres un chavo inteligente, pero no creas que tener un diccionario de citas citables (o incluso sabértelas de memoria) te convierte en el Gran Maestro. Sé humilde o a pesar de ser inteligente y culto lo que la gente va a responder cuando alguien pregunte por ti es "¿Mario? Es un pendejo".
En cuanto a tu argumento, tienes razón en que a fin de cuentas es el mínimo común denominador el que marca el paso y que la forma correcta de escribir va a terminar diluyéndose y eso es normal, pero, ¿eso quieres ser tú? ¿el mínimo común denominador? ¿alguien con tu inteligencia y tu preparación?
¿Sabes qué otra cosa va a terminar desapareciendo y va a ser algo perfectamente normal? Las buenas costumbres, la cortesía, el civismo y todo lo que se le parezca. Pero no porque ese sea el curso natural de las cosas vamos a dejar de indignarnos (los que tuvimos el privilegio de ser bien educados) cuando un hijo de puta grosero no le ceda su asiento a una señora en el camión.
Eduardo: gracias por salvar el idioma. eso es precisamente lo que están haciendo ustedes, los que escriben con propiedad (no me incluyo).
Que risa P. asi es en eso estaba pensando, Mario? es un pendejo.
Eso va a pensar la gente de el, que es un pendejo y eso es por que lo es, un pendejo. no un gran pendejo, un pendejo a secas.
Coño que risa.
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