A D V E R T E N C I A
Esta telenovela está clasificada como NR, no apta para las reinas. Las imágenes, lenguaje y situaciones de esta telenovela no son aptos para las reinas.
Para continuar responda bajo protesta de decir verdad:
¿Es usted una reina?
SÍ (sí, sí soy una reina y en este instante me retiro a mantener o incrementar mi belleza, a lugares nice o a que me liguen buenos partidos)
NO (continúe)
Este capítulo es casi patrocinado por
la marca netamente overground
ODIO LOS BLOGS
P
R
E
S
E
N
T
A
E
S
E
N
T
A
Ni dormida ni despierta
se me va de la cabeza
pienso en él,
¿por qué será?
a
YENIFER GARCÍA
como
La Yenifer
En la calle y en la escuela
peor que un dolor de muelas
siempre está,
no me deja en paz.
y
a
ESPERGENCIO ZACARÍAS
como
El Poli
Con las yemas de los dedos
pongo su nombre en el viento y después
me siento bien.
en
SI USTED
NO ES
UNA REINA
la telenovela prohibida a las reinas
con la presentación estelar en televisión del gurú de la escena overground
EL MAESE PAULO CULEYO
como
El Maese Paulo Culeyo
Nadie sabe mi secreto
todo me lo quedo dentro
aunque sé
que así no es.
la primera acriz del overground
LALA PORNOCHAS
en el papel de
Doña Mari
Como se le comen los sentidos
a los chicos ya no se que hacer
Rodolfo "Guama" Sánchez
es
Un Pinche Panzón
Esta obsesión, que no compre-e-endo
me pone mal
estoy simplemente enferma de amor
y
el actor cómico irónico
Charly Masticáis
es
Un Güey que Iba Pasando por Ahí
esta obsesión, que me quita el sue-e-ño
es la señal de que estoy ya
enferma de amor
Elenco infantil
Cristofer Julíán "Pajarito" Dominguín Arámbula
es
Un Pinche Escuincle
Wilber Maicol "El Pelón" Dominguín Salas
es
Otro Pinche Escuincle
Esta obsesión, que no compre-e-endo
me pone mal
estoy simplemente enferma de amor
productor ejecutivo
ZEKTOR 01
Hasta entre los pliegues de la almohada
cada noche me viene a buscar
Esta obsesión, que no compre-e-endo
Me pone mal
estoy simplemente enferma de amor
esta obsesión, que me quita el sue-e-eño
es la señal de que estoy ya
enferma de amor
El Maese Paulo Culeyo, fiel a su vocación pedagógica, continuaba explicándole a Doña Mari los puntos finos de la práctica del boliche.
—¿Ora sí ya entendió, doña? —preguntó el Maese a la anfitriona.
—A ver, vuélvamiaxplicar otra vez —respondió Doña Mari, con su peculiar problemática de aprendizaje.
—Sai le va de nuez entonces. Pero ya es la última, ¿eh? —aclaró el Maese.
CORTE COMERCIAL
Al llegar a la calle de la fonda, la Yenifer encontró que estaba cerrado el paso.
—No puede pasar señorita —le dijo El Poli.
—Mta madre. ¿Qué? ¿Por qué no? —le preguntó La Yenifer.
—Es quiay una manifestación —contestó El Poli.
—Si yo nomás voy aquí a la fonda —dijo la Yenifer.
—Es qués por su seguridad, señorita. No puede pasar —dijo El Poli.
—¿Qué? ¿Falta mucho? —preguntó la Yenifer.
—Es que se están rajándose su madre los de un micro con los de una camioneta de tianguis. Y hasta que acaben van a entrar vulcanos y galenos con los de arrastre. Y ya luego puede pasar. Pero ya están llegando los paros de los dos lados y se va a tardar más… —explicó el Poli, siempre considerado de la atención a la ciudadanía.
—Oh, ch —replicó la Yenifer.
La Yenifer entendió y sacó una moneda de diez de una bolsa de su deslavado pantalón de mezclilla y se los dio en la mano a El Poli.
—Dame tantito champú —le solicitó la Yenifer.
—Con cuidado, señorita —respondió caballerosamente El Poli al tiempo que permitía a la damita continuar su tránsito.
—Con lo que guste cooperar para el escuadrón de rescate —le dijo a la Yenifer un pinche talón de los que piden dinero dizque para el ERUM.
—Sssss —le respondió la Yenifer sin responder.
Al paso de La Yenifer, una ruca rompía los cristales y faros del micro con un tubo, mientras otra ruca atravesaba la lámina de la camioneta de los tianguistas con un hachita. Varios gordos se tiraban madrazos con torpeza y patadas de brinquito que no podían esquivar, con el consecuente rompimiento de hocicos, narices sangrantes y espinillas lastimadas. Se escuchaban exclamaciones como: “Ora sí, puto. A ver quién va chingar a su madreee”, “te vas a morir, hijo de tu puta madreee”, “pinches muertos de hambre, putoooos”, “ya valiste verga, pinche indioooo” y “mátalo, al hijo de su pinche madreeee”.
En el piso yacía Un Pinche Panzón. Estaba inconciente. Le habían roto su madre. Yacía caído con la cara al sol, como decían los franquistas. Pero en este caso más bien era con la panza al sol.
—¡Píquenle el culo pa que se levanteeeeeee! —gritó desde lo alto un ñero asomado a la ventana.
Pero nadie se lo picó. Y ahí se quedó. Así. Sólo necesitaba a alguien que le picara el culo para que se pusiera de pie. Qué falta de solidaridad. Qué falta de caridad. Qué deshumanización. Qué crisis de valores. En vez de ello, las ventanas estaban llenas de ñeros videograbando con su fon la campal para luego yutubearlo, y de rucas fotografiándola con su fon para que sus fotos salieran en el noticiero de Loret de Mola y dijeran su nombre en la telera.
En eso, Un Güey que Iba Pasando por Ahí pasó por ahí. Vio inconciente al Pinche Panzón. De inmediato mordió su labio inferior, puso los ojos en blanco y exclamó como sólo un intelectual puede hacer:
—¡Mmmmmmhhhhhhhh!Entonces se arrimó al Pinche Panzón y ocurrió un milagro, algo que sólo por la gracia de dios pudo haber ocurrido… En vez de hacerce güey…
CORTE COMERCIAL
Entonteces Un Güey que Iba Pasando Por Ahí se hincó. Estaba muy excitado. Al parecer. Pero no le picó el culo al Pinche Panzón, sino que le bajó la cremallera del pantalón. Por alguna extraña razón no explicada para esta telenovela, el Pinche Panzón no traía calzón (chale, ¿qué pasa con este pinche telenovela en que la gente anda sin calzón?). Desesperadamente, frenéticamente, a dos manos, hurgó entre una masa extensa y densa de pelos, que parecía el lomo de un gatito, hasta que halló entre ellos, muy escondido, un diminuto pirrincín (¿es con “s” o con “c”?). Parecía el pirrincín de un gatito. Sus ojos se pusieron en blanco y al tiempo que estiraba el pirrincín se agachó hasta devorarlo. Es decir, se lo mamó. Frenéticamente. Vorazmente. Salvajemente. Apasionadamente. Con frenesí. Como si en eso le fuese la vida. Parecía uno de esos pescaditos anaranjados que venden en los mercados para las peceras alimentándose de larva de mosquito.
En lo alto, desde una ventana, un pinche escuincle ñero gritaba al tiempo que videogrababa con su fon:
—¡Se lo están mamandoooooo, se lo están mamandoooooo! ¡Se lo están mamando a ese Pinche Panzooooón! —Ha de haber sido un pinche escuincle gritón de la lotería.
El caso es que Un Güey que Iba Pasando por Ahí le daba unas mamadas al Pinche Panzón, que eran unas REVERENDAS Y SOBERANAS MAMADAS. No es que fuese puto, sino que hacía campaña contra la homofobia. Le estiraba el pirrincín como se hace para anudar un globo, sólo que él lo hacía con el océano. Le daba unas mamadas que parecía que se lo iba a arrancar. Puso a prueba la elasticidad y plasticidad del prepucito hasta limites que hubieran sido insospechables. De su rizada y cana cabellera su caspa caía como nevada en la estepa sobre el regazo del Pinche Panzón, pues en cada mamada parecía que le espolvoreaba harina. Goloso, como sólo un intelectual, devoró su escroto completo, sin lograr ni una minierección.
La Yenifer pasó a un lado y con poco interés vio esa acción. Puso cara de asco y exclamó:
—¡Chale! ¡Ese güey apesta a miados de gato! —Y siguió su camino.
CORTE COMERCIAL
Frente a la Yenifer aparecieron dos pinches escuincles. Uno, con marcas del combate en el rostro y cinturón en la mano, le cantó un tiro al otro:
—Ora sí, hijo de su pinche madre. Usté y yo que estamos del vuelo.
Y no había acabado de decirlo cuando el Otro Pinche Escuincle se le dejo ir con unas patadas voladoras bien machinas. Rodaron y se dieron un trompo a ras de suelo con hebilla al puño, cabezazos a la jeta y codazos en las costillas.
Encabronada por tanto pancho, la Yenifer pasó casi encima de ellos y no pudo dejar de exclamar:
—¡Oh, cabrones! Dejen pasar. ¿No?
Desde lo alto, un ñero le gritó a La Yenifer:
—¡Gorditaaaaa! ¡Me doy oxígeno con tu pedorrooooo!
—¡Bájate pa que te lo des con todo lo que salga, putooo! —le contesó la Yenifer.
CORTE COMERCIAL
Con el rostro cubierto de pendejos (Nota de la producción: pendejos son bellos públicos), Un Güey que Iba Pasando por Ahí succionó y succionó el pirrincín del Pinche Panzón hasta que logró extraerle dos o tres gotitas de... líquido pirrineal. Ha de ser que sólo un intelectual mama tanto tan poca verga. Tanto como hace con mucha. Extasiado y aún con los ojos en blanco, Un Güey que Iba Pasando por Ahí le retiró el océano del pirrincín. Volteó su rostro hacia el cielo, como si se dirigiera a los dioses del estadio, lamió sus labios con varios peluches y exclamó como sólo un intelectual podría hacer:
—¡Mmmmmmmmmmhhhhhhhhh! ¡Miiiiiiiiiiiiiiaaaaaaaaaaaaaauuuu!
Luego posó sus labios, todavía con peluche y líquido pirrineal, sobre el tupido bigote del Pinche Panzón y lo besó de lengüita, como si se despidiera o le declarara su amor. Le recitó uno de sus poemas favoritos, uno de Salvador Novo. Pero no le picó el culo. Se puso de pie y se fue a hacer güey a otro lado. Y el Pinche Panzón ahí se quedó. Sin nadie que le picara el culo. Y con el pirrincín y esa masa de bello expuestos a la intemperie, al viento invernal de un frente frío. Snif.
CORTE COMERCIAL
En la fonda de Doña Mari, el Maese Culeyo se lavaba las manos con detergente [señor dueño de fábrica de detergente o publicista anuncie aquí su marca] para luego secarse con papel de estraza. Tomo asiento en su mesa y antes de su mágica botella agregó algunas gotas sobre las palmas de sus manos para desinfectase. Siempre tan higiénico. Doña Mari, siempre chambeadota, se preparaba a hacer sus famosos tlacoyos prensados con su receta secreta, cuando entonces entró la Yenifer, quien, contundente, afirmó:
—¡Ya llegué!
Esta obsesión, que no compre-e-endo
me pone mal
estoy simplemente enferma de amor
esta obsesión, que me quita el sue-e-eño
es la señal de que estoy ya
enferma de amor
Yenifer García viste en:
Esta telenovela fue grabada en escenarios cien por ciento overground
Una producción de
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República Pop Hedonista, CCIX
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