Qué suplicio es ver a los belgas. Pareciera que juegan bajo
el agua. Todos sus movimientos son a cámara lenta. En especial los de Fellaini,
quien gambetea con la misma agilidad que los árboles de El Señor de los Anillos.
Al medio tiempo, al igual que los rusos, caí fulminado de
sueño, sólo para abrir los ojos asustado cuando el narrador pegó de gritos que
Bélgica había anotado un agónico gol que les daba el pase a la siguiente ronda.
Por mucho, el grupo H es el peor de todos, o mejor dicho, el
único aburrido en esta Copa del Mundo. O eso creía, hasta que apareció otra
sorpresa más. Pese a pronóstico, Argelia contra Corea del Sur se convirtió en una
lluvia de goles.
Mismos que me perdí al igual que el 99.9% de la población mundial.
Es inútil, aunque los gringos nos hayan regalado el pase al
Mundial, es inevitable desearles el peor de los males, incluso si juegan frente
al figuereti de Cristiano Ronaldo.
Este campeonato nos está concediendo a los mexicanos nuestros
deseos más osados. Estados Unidos, históricamente acostumbrado a tener nervios
de acero, se convirtió en México. Sus defensas no se cansan de emular a Layún al
rebanar cada una de las pelotas que despejan, e incluso regalan victorias
cantadas al permitir remates de cabeza en el área chica en tiempo suplementario.
Al paso que van, los americanos están pidiendo a los gritos
caer ante Alemania con gol de último minuto, mientras los ghaneses firman su
pase a octavos al derrotar a Portugal por dos goles de diferencia, el último de
ellos también en tiempo de reposición.
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