Estoy condenado a mirar los milagros en diferido. Esta semana
los planetas se alinearon macabramente para que todas mis juntas de trabajo
fueran a las 11 de la mañana. Costa Rica lo volvió a hacer: primero Uruguay y
ahora Italia. Pero lo más sorprendente es que también eliminó a Inglaterra, y sin
tener que salir al campo a jugar contra ellos. Que alegría imaginar que en el
otro lado del charco, en una isla gris, millones de rostros arrogantes languidecieron
frente a los televisores empotrados en las paredes de los pubs.
Ahora, a menos que ocurra una desgracia (si es que puede calificarse
como desgracia terminar segundos), Costa Rica finalizará líder del grupo D para
enfrentar a Japón, Grecia o Costa de Marfil, donde, quién se lo hubiera
imaginado, saltará al campo como favorito para calificarse a cuartos de final.
Por su parte, Uruguay e Italia adelantan los octavos de final
para chocar en un duelo donde sólo uno saldrá vivo. Si tuviera un millón de
dólares, sin dudarlo, lo apostaría en favor de los charrúas. Italia sabe que
tiene un paracaídas de repuesto que se llama empate, y precisamente eso los hará
despeñarse al vacío como una roca.
Francia tampoco cree en nadie. Luce como una aplanadora. Por
ello, los especialistas no han dudado en volverse locos y candidatearla como favorita
para ganar el Mundial. Pobres ilusos. Desde ahora mismo me aventuro a pronosticar
que mi caballo negro llamado Bosnia y Herzegovina los echará en octavos.
Por lo general, en la oficina los viernes de 5 a 7 los
invertimos para tomar cerveza y fingir que trabajamos. Era un hombre libre para
ver el Ecuador contra Honduras, pero preferí ponerme a trabajar para que las horas
pasaran más rápido y poder llegar a casa a descansar.
En el mundo sólo existe una organización igual de poderosa, corrupta,
deshonesta y doble moralista que el Vaticano. La FIFA le ha advertido a la
Federación Mexicana de Futbol (otros santos) que de no meter en cintura a sus
aficionados, los multará por andar gritando “puto” cada que el
portero rival cobre un saque de meta.
-¿Escuché bien o fue una falla en el audio? –pregunta un señor
aceitunado recostado en el camastro de un hotel 5 estrella en Copacabana.
-Ahora le subo el volumen al televisor, señor –dice el
mayordomo.
-No puedo creerlo, no se trata de una falla en el audio –se levanta
del camastro el señor aceitunado.
-Así parece, señor.
-Rápido, hay que tomar cartas en el asunto.
-¿De cuánto será la multa esta vez, señor?
-De 20 mil euros.
-Listo, enviada la sanción –dice el mayordomo pulsando la
pantalla de un smarthphone.
-Dime una cosa, Alfred –el hombre aceitunado se acomoda las
gafas de sol mientras pone mirada dubitativa-, tú que además de ser negro, eres
puto, ¿te ofende que esa bola de indios grite “puto” en los estadios?
Me parece estupendo que la FIFA quiera cortar de tajo los
brotes homofóbicos en los estadios de fútbol, en especial luego de que
fueron ellos lo que otorgaran las sedes mundialista del 2018 y 2022 a naciones
como Rusia y Catar, donde los hombres son libres de gritar a los cuatro vientos que son
putos sin que los asesinen y persiga su propio gobierno.
P.D. Mi último pronóstico del día: conociendo la idiosincrasia
del mexicano, para el próximo partido, además de gritar más fuerte y de sostener
en el aire por más tiempo la vocal “u”, replicaremos el “puto” cada que se
cobre un saque de banda, tiro libre, tiro de esquina, falta, y si es necesario,
también le gritaremos “puto” a Memo Ochoa cuando termine de leer su cuento de hadas
y se coma dos pepinos de los croatas.
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