Pese a pronóstico, no me han despedido del trabajo tal como
imaginé el fin de semana. Sin embargo, es cuestión de
tiempo. Me programaron una junta a las 11 de la mañana. Previniendo esto,
descargué una aplicación en mi celular que me manda una alerta cada que cae un
gol en los partidos del Mundial. Mi celular vibró cuatro veces en mi bolsillo. Me
emocioné. Dos goles de los alemanes y dos de los portugueses, pensé ilusionado.
Justo el marcador que me aventuré a pronosticar en la quiniela que hicimos en el
trabajo.
-Cuatro a cero, hubieras visto la carita de Ronaldo –me
informa en los pasillos un diseñador cuando salgo de junta.
-Hasta yo ya te rebasé en la tabla –se burla de mí una chica
de cuentas.
Oficialmente soy el colero general de la competencia.
Aunque tuviera SKY jamás hubiera desperdiciado mi hora del
almuerzo viendo un partido entre Nigeria e Irán. A estas alturas del Mundial era
más que obvio que si alguien inauguraría los empates y los partidos sin goles,
sólo podían ser estos funestos equipos. Aun así, en mi quiniela di por
vencedores a los africanos por cuatro goles a cero.
-Tenemos un grave problema –me recibe mi ejecutiva de cuentas
en la oficina después del almuerzo.
-Ahora qué –me preparo para lo peor.
La ejecutiva de cuentas me informa que la quiniela
mundialista que nos encargó uno de nuestros más importantes clientes tiene
errores en los horarios de los partidos.
-Imposible, revisé personalmente los horarios en la página
oficial de la FIFA.
-Pues el cliente está furioso, dice que no va a pagar por las
dos mil quinientas quinielas que mandó a imprimir para sus proveedores.
Reviso las quinielas. En efecto, el grupo F está plagado de
errores. Mi diseñador me dice que no lo puede creer, que él también revisó tres
veces las quinielas para no pasar por el trago amargo que ahora estamos
pasando.
-¿Cuánto costaron imprimir las quinielas? –pregunto con un
nudo en la garganta.
-Pues… -la ejecutiva de cuentas mira la factura- Más te vale empezar
a adivinar resultados en nuestra quiniela o no cobrarás esta quincena.
Estados Unidos es mi trampolín de la salvación. Me encomiendo
a ellos. Tal como lo hizo la Selección mexicana en último partido de las
eliminatorias. Los estadounidenses nos regalaron el pase al Mundial, salvándole
el pellejo a todas las empresas transnacionales que invirtieron millones de
dólares en publicidad en el equipo mexicano.
Entro a otra junta interminable que me obliga a perderme 85
minutos del partido.
-Van empatados a uno –me informan en los pasillos.
Corro hacia mi computara. Tiro de esquina en favor de los
americanos. Santo J.A. Brooks se eleva por los cielos.
-¡Gooooooooool! –grito como un loco, como nunca imaginé volver
a gritar otro gol de los gringos desde que nos regalaron la calificación a
Brasil.
Mi diseñador se me queda viendo raro. Me pregunta qué tanto
celebro. Le digo que en la quiniela puse que Estado Unidos ganaba dos a uno.
-Claro que no –me saca de mi error el diseñador mostrándome una tabla de Excel
donde vienen los pronósticos de todos los participantes de la agencia.
En la pantalla veo con horror refulgir mi pronóstico. Mi odio
ancestral contra los gringos hizo que mi subconsciente llenara la casilla con
un contundente tres a cero en favor de los ghaneses.
1 comentario:
No... si dejas de escribir papá no sirve...
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