Qué ridículo

No cabe duda de que en materia de hacer ridículos en eventos deportivos masivos e internacionales (y en la política también) los mexicanos marcamos la pauta. Y no me refiero a los atletas, sino a los aficionados mexicanos. En esta ocasión el ridículo tuvo lugar con motivo del Súper Tazón. Ha sido bochornoso y patético. Pero antes de comentarlo, refresquemos la memoria recordando dos memorables ridículos protagonizados por compatriotas nuestros:

Mundial de fútbol Francia 98. La Llama Eterna, ubicada bajo el majestuoso Arco del Triunfo, encendida el siglo pasado a principios de los años veintes en honor a los heroicos soldados anónimos que defendieron con su vida a su patria, dejó de ser tan eterna, pues un mexicano (ebrio y campechano, desde luego) decidió que era una buena idea orinar sobre el curioso fuego que vio encendido en el piso. “Lo voy a apagar, no se nos vaya a incendiar París”, habrá dicho, y manos a la obra. Descargó un potente chorro de orina sobre el fuego. ¿Dónde estaba la policía? Seguramente paralizados, atónitos e incrédulos de la escena que veían sus ojos. Este horror que presenciaron los guardias y el pueblo francés quizás sólo haya sido equiparable con el 14 de junio de 1940 cuando vieron que unos extranjeros (soldados alemanes) subieron hasta lo más alto del Arco del Triunfo y desplegaron allí una enorme esvástica, la cual ondearía sobre París durante cuatro años.

Desde luego los franceses, que son muy civilizados, no nos declararon la guerra. Todo gracias a que México extendió una disculpa pública encabezada por la embajadora de México en Francia, la cual, en medio de su discurso de disculpa, no pudo ocultar el rostro de vergüenza que se le pintó de mil colores al estar rodeada de cientos de periodistas y fotógrafos que no dejaban de retratarla. Un dato curioso es que el mexicano que apagó la Llama Eterna la acompañó al acto, sólo que él se veía con el rostro muy tranquilo y sereno, como si todo aquel jaleo no fuera con él. Una postura muy campechana, diría yo.

Mundial de fútbol Corea-Japón 2002. Este ridículo igual y lo recuerdan. Yo lo recuerdo, pero no con mucha claridad. Sinceramente no recuerdo si fue en Japón o en Corea, el caso es que el tren bala del cual los japoneses (¿o eran los coreanos?) se jactaban de que era el mejor del mundo gracias a que lleva décadas sin detenerse por algún accidente, vio cortada su racha. En el vagón iba un mexicano borracho, y para no variar y no perder la costumbre el mexicano vio un botón rojo al final del vagón y al no entender los garabatos que aparecían debajo decidió que sería muy divertido oprimirlo. Al instante el tren bala se detuvo y un escuadrón de chinos, perdón, de japoneses o coreanos entraron por las ventanas y puertas del vagón armados con metralletas y gritando una serie de cosas indescifrables para el mexicano que sólo alcanzó a levantar las manos como si estuviera siendo asaltado en el metro del DF. “Me rindo, me rindo”, habrá dicho el infeliz borracho.

El mexicano fue deportado, y de nuevo, la embajada de México (muy abochornada) tuvo que extender disculpas públicas.

Súper Tazón XLII. Quizás muchos no lo sepan pero el Súper Tazón es el evento más importante del año para los gringos. Y este evento no es sólo un partido donde unos trogloditas inflados con esteroides y disfrazados con armaduras buscan ser el mejor equipo del mundo. No señor, esto es mucho más que eso. Es la oportunidad para que cientos de compañías desembolsen millones de dólares para anunciar su producto en los comerciales. También es la oportunidad para que la prensa de todo el mundo siga a los atletas por una semana y les hagan todo tipo de preguntas, para que de este modo los aficionados estén muy bien enterados de las condiciones en las que llegarán los jugadores y de esta manera puedan saber a qué equipo apostarle en las casas de apuestas. Pues bien, aquí viene el ridículo. En México, en vez de mandar a periodistas especializados en deportes, mandamos a una bola de payasos y una sequito de putizorras.

¿Por qué hacemos esto?

Aquí la respuesta:

No se equivoquen. En esta foto, Inés Gómez Montt (vieja chismosa parte del elenco del programa Ventaneando, entre otros) no está disfrazada de novia para salir el sábado de bando en el Carnaval de Campeche. No. La bola de productores y genios que trabajan en TvAzteca decidieron que sería una bonita idea mandar a su golfa de moda a entrevistar a Tom Brady, mariscal de campo de los Patriotas de Nueva Inglaterra.

Mientras cientos de reporteros se descolgaban el brazo para extenderlo lo más alto posible para que Brady accediera a responder una de sus preguntas, Inés fue más lista, se disfrazó de novia y le pidió matrimonio. Pero para qué les cuento, cuando ustedes mismos pueden ver la bonita escena.

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¿Imaginan la rabia que han de haber experimentado los reporteros que pasaron largos años soñando con el momento de poder entrevistar a un jugador tan importante como Brady y fueron ignorados gracias a una mujer que no sabe pronunciar su propio nombre? “Aines, my name is Aines”, dijo Inés. Incluso Brady pronunció a la perfección su nombre. Y como también es un caballero le dijo que era un hermoso nombre, sonrío y le siguió el jueguito por unos segundos, para luego rechazarla cortésmente diciéndole (al menos así lo interpreté) que no sea una puta y que no se le ande regalando a cualquier famoso, pues cualquier hombre sería afortunado de tener a una bonita mujer como ella.

Ahora por favor, vean de nuevo el video y noten los ojos de Tom. Olviden los diálogos y la sonrisa del mariscal de campo, sólo observen sus ojos. En ellos no hay más que una vergüenza enorme de ver el ridículo que hace la mujer vestida de novia. “Esta pinche vieja ridícula seguro es mexicana”, habrá pensado para sus adentros.

En fin, para ridículos nos pintamos solos. Ahora sólo falta esperar para ver a Inés en todos los canales de Estados Unidos muy sonriente y vendiéndose al mejor postor, porque así funciona este mundo moderno: de nada te sirve quemarte las pestañas en la escuela de periodismo, mejor es tener un buen culo y unas buenas tetas y estar dispuesta a hacer el ridículo si es que quieres triunfar, es decir, que las cadenas televisivas te contraten, porque a fin de cuentas el raiting es lo que importa y el raiting lo imponen los imbéciles televidentes que pasan la mitad de su vida frente al televisor viendo a Paty Chapoy y a todo su sequito de urracas parlanchinas culturizando al pueblo mexicano con las notas de la farándula.