Soldado de Dios

Qué calamidad. Qué terrible. El apocalipsis. El fin del mundo. Estamos condenados, hermanos y hermanas. Les prometo que de inmediato, a la brevedad posible, quitaré el color rosita de este blog porque al parecer estoy haciendo una "apalogía" de la homosexualidad, de las drogas y del satanísmo.

Por fortuna soy un hombre creyente y gracias a este soldado de Dios he abierto los ojos. Mis cuatro ojos. Quiero dar gracias a Dios (y espero ustedes también, pecadores) por vivir en Latinoamérica, una tierra donde no existe la pornografía, las drogas, la inmoralidad, el adulterio.

Alabado sea el Señor Todopoderoso porque la televisión en toda Latinoamérica está libre de mujeres que se contonean semidesnudas en la pantalla frente a los puros y castos ojos de nuestros niños. !Aleluya¡ !Aleluya¡ Aleluya a Dios redentor, por ser tan bueno y sabio e inundar de amor y sabiduría a los programadores de la televisión del Nuevo Mundo, regalándonos la televisión más casta y pura del planeta, y estanquillos y puestos de revistas llenos de revistas que hablan sólo de cultura y de Ti, nuestro Padre Salvador de todo lo visible y lo invisible.

Ahora quiero que todos, hermanos míos, nos unamos en una oración colectiva para dar gracias por todas las bondades y bendiciones que tenemos, y les pido por favor que recen diez rosarios enteros por mi alma cochambrosa e impura que me hace tener alucinaciones diabólicas, porque al prender la televisión sigue apareciendo ante mis ojos ese programa de Buenafuente que según entiendo el mismísimo Dios con dedo justiciero desapareció del aire.

También quiero que recemos todos juntos y en voz alta un Padre Nuestro por este soldado de Dios para que la próxima vez que viaje a Alemania le toque una habitación sin televisión para que pueda salir a conocer la ciudad en vez de tener que soplarse 3 horas íntegras de pornografía explícita entre hombres obesos y interraciales, que como bien sabemos todos nosotros es pecado, de ninguna manera un negrote puede penetrar a nuestras mujeres castas y blancas, y tampoco los gordos tienen derecho a tener relaciones sexuales.

Ahora entrelacen las manos, y lean despúes de mí:

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad,
en la Tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes en tentación
y libranos del mal.
Amén.