martes, 12 de abril de 2011

El precio de ser escritor






Escribir es un oficio peligroso. Extremo. Cada publicación tiene un costo. Un precio. Una reacción. Ayer, luego de publicar un escrito llamado Me quedaré solo, ocurrió el milagro de que mi prima me perdonara. Que olvidara mis indiscreciones familiares y me animara a explotar mi talento, a seguir escribiendo. Sin embargo, escribir significa perder la cordura y lanzarse a un campo de batalla. La victoria, si es que se consigue, siempre se ve empañada por las heridas de guerra.

-¿Y yo qué soy para ti? –me reclama mi chica-. ¿Un espejismo? ¿Una ilusión?

Pienso justificarme, decirle que todo lo que escribo es ficción. Que no debe tomar literalmente cada una de mis letras. Pero decir eso sería engañarme, mentirme y mentirle. El escrito de ayer fue sincero. A corazón abierto. Negarlo me convertiría en un monstruo que da miedo. Que espanta. En verdad quiero a mi
mi familia chiflada.

-¿No piensas decir nada? –mi chica se cruza de brazos-. ¿Te crees un escritor torturado, solitario, que no vale un peso? Ay, pobrecito de mí, estoy solo, voy a morir solo, eres un idiota, yo te amo y voy a estar siempre contigo.

Me arrepiento de no tener una grabadora conmigo, de que mi vida no sea un reality show de VH1 que registre sus palabras, para poder mostrarle la grabación el día que sus ojos pierdan el brillo, su risa se apague, descubra que probablemente Alfaguara o Planeta jamás me reclutarán en sus filas, que seguiré conduciendo mi volcho hasta que ambos nos terminemos de oxidar y destartalar.

Horas más tarde…

-Mira qué guapo eras –dice mi chica y suspira.

Cada que mi chica se deprime (siempre por mi culpa) agarra mi cartera (naturalmente no para sustraer dinero: hay poco o nada que llevarse) para ver mi credencial de estudiante universitario. La vuelve a mirar, vuelve a suspirar y vuelve a decir: mira qué guapo eras.





Sí, qué guapo era, pienso. Imagino que si nunca hubiera renunciado al corporativo transnacional donde hacía mis prácticas profesionales y donde me ofrecieron un rimbombante puesto, ahora sería tan guapo como mi primo hermano, que, astuto, sigue trabajando y ascendiendo puestos en el corporativo al que renuncié por sacarme una novela de las entrañas.





Qué guapo es mi primo, pienso, es el hijo de la fusión gay entre yo (cuando era guapo) y Loret de Mola.

-¿Qué? ¿En qué piensas? –pregunta mi chica.

-En nada –miento.

Un dicho viene a mi mente: “la experiencia es como tener un peine cuando estás calvo”. Tonto de mí, la mitad de la carrera universitaria me la pasé enamorado como un gorrión de una novia que vivía a 1,301.25 kilómetros de distancia. Nunca advertí por qué las chicas siempre querían hacerme las tareas, elegirme primero para que estuviera en su equipo de trabajo y desvelarme en sus casas. Desperdicié mi belleza. No puedo entender cómo mi chica puede estar con un sujeto tan feo como yo.








-Te tengo una sorpresa –dice mi chica.

Y además me tiene una sorpresa, pienso. Mi chica debe estar loca.

-Mira –dice.

Aguzo la mirada para ver el frasquito que tiene entre manos.

-¿Qué es eso? –pregunto asustado.

-Semen de ballena.









Por increíble que parezca, respiro con alivio. Pensé que era cianuro y mi escrito de ayer se convertiría en realidad.

-Es para tus arrugas –me explica mi chica-, quiero que vuelvas a ser tan guapo como en la universidad.

-No voy a ponerme semen de ballena en la cara.

-Pues te vas a quedar solo.

Pienso en un enorme cachalote, en una ballena azul, en las ballenas furiosas que se tragaron a Jonás y a Pinocho. Pienso en estos mamíferos gigantescos como si fueran los aviones que apagan incendios forestales, abriendo una compuerta a la altura de sus panzas y expulsando toneladas de agua.
Me resisto a ser Jenna Jameson víctima de un rabioso cumshot. Me niego a pensar que un monstruo marino se está viniendo en mi cara.




-Listo –dice mi chica limpiándose las manos.

Los escritores somos unos habladores, pienso, unos cobardes. Muy valiente a la hora de decir que me quedaré solo, pero en la realidad, estoy dispuesto a perder la poca dignidad que me queda con tal de que mi chica no me abandone.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

oye y el post del negro tonto?

Rodrigo Solís dijo...

¿cuál post del negro tonto?

Anónimo dijo...

el del negro que no se podía poner la camisa de su equipo, donde decías que tu hermano opinaba que los negros servían para pornstars y ya =)

Anónimo dijo...

Pinche Solís. Volviste a hacer que me doliera la panza de risa. Y es mucha panza, o sea que fue mucha risa. Lo del cumshot furioso, já. Esa foto de tu licencia es una joya.

moch

Rodrigo Solís dijo...

Anónimo: http://pildoritadelafelicidad.blogspot.com/2011/03/la-idiotez-no-tiene-color.html

Moch: un honor que mi fealdad te haga reír.

P dijo...

escuché el rumor de que el semen de ballena es un embuste; en realidad lo hacen con semen de vagabundo.

karina dijo...

jajajajajajajaja, rodrigo! es una alegría leerte, se que la palabra alegría no es la más adecuada, pero no soy escritora y no se me ocurre otra, gracias por compartirte.

Anónimo dijo...

Jejeje, tranquilo mi buen, el llamado "esperma de ballena" no es más que un sebo presente en una cavidad intracraneal de los cachalotes que ayuda a que el animal flote. Se denomina esperma por analogía, ya que era la "sustancia vital" de las ballenas, el "líquido preciado" de los cazadores y la razón por la que los cazaban, incluso más que la carne. Como toda grasa, es rica en proteínas y casi no contiene agua, por lo que ayuda al cuidado del cutis y su retención de humedad.
PERO!!! hoy día ya no es de ballena, como está prohibido, ahora lo hacen con aceite de jojoba que porque dicen que tiene las mismas propiedades ¿será?