"Los apologistas religiosos intentan jugar a dos bandas. Cuando hablan con intelectuales, se mantienen cuidadosamente fuera del césped de la ciencia, a salvo en el interior del aislado e invulnerable magisterio religioso. Pero cuando le hablan a una amplia audiencia no intelectual, hacen un uso desenfrenado de historias milagrosas –las cuales son intrusiones descaradas en el terreno de la ciencia.
La inmaculada concepción, la resurrección, la resurrección de Lázaro, incluso los milagros del antiguo testamento; todos se utilizan libremente en la propaganda religiosa, y son muy efectivos ante una audiencia de gente ingenua o de niños. Cada uno de estos milagros supone una violación del funcionamiento normal del mundo natural. Los teólogos deberían realizar una elección. Pueden reclamar su propio magisterio, separado del de la ciencia pero merecedor de respeto. Pero, en ese caso, deben renunciar a los milagros. O pueden quedarse con sus Lourdes y sus milagros y disfrutar de su enorme potencial reclutador entre los incultos. Pero entonces deben despedirse de su magisterio separado y su noble aspiración de converger con la ciencia."
Richard Dawkins, en su artículo Aceite de
serpiente y agua bendita, 1999
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