El extraño caso de Benjamin Button

Un hecho claro, comprobado e irrefutable es que David Fincher es un genio, un chingón, un maestro. Sin embargo, en su última película, como dirían algunos argentinos, se le escapó la tortuga. Traducción: la cagó.

El extraño caso de Benjamin Button no es mala, de entrada, porque aparece Brad Pitt (aunque muy poco tiempo siendo Brad Pitt), y aunque lo nieguen todos los hombres que presumen de virilidad y hombría, al verlo vestido con jeans y chaqueta de piloto, montado en una moto o trepado en un velero, nos aflora nuestro lado femenino y sentimos unos leves temblores y/o calores en la piel que en primera instancia justificamos por las altas temperaturas que azotan en la península.

Pero regresando a David Fincher y su último filme, pasa que no parece una película de David Fincher, ese hombre que nos acostumbró a maravillas como Se7en, El juego, El club de la pelea y Zodiaco. No, más bien parece la película de un señor al cual un estudio grandotote le asentó un maletín lleno de dinero para que hiciera conmovernos y quizás desprender alguna lágrima mientras comemos palomitas.

Para no ir más lejos el guión es de Eric Roth, o sea, el mismo que escribió Forrest Gump. Y se nota. Mucho. A kilómetros. Es decir, El extraño caso de Benjamin Button es Forrest Gump, sólo que en vez de que el protagonista de mil y un peripecias (guerras, viajes en alta mar, furtivos encuentros con hombres que cambiaron el rumbo del mundo, etcétera) sea un encantador retrasado mental, ahora lo es Raúl Velasco.




Naturalmente vale la pena invertir el dinero en ir al cine a ver la película, pues como les dije, la película no es mala. Seguramente la disfrutarán. Los efectos especiales son muy buenos y la magnífica Cate Blanchett (esa australiana poderosa) aparece más guapa y regia que nunca (ignoro si sea por los efectos especiales).




La historia, como todo el mundo ya sabe, es la de un niño que nace con la prodigiosa enfermedad (o cualidad) de nacer viejo, para luego, ir rejuveneciendo con el paso de los años.

Brad Pitt merece la nominación al Oscar a Mejor Actor (nada más la nominación), sí señor, porque es un buenazo. Un gran actor. Además de ser un biscocho (uy, perdón, se me salió lo puto).

Véanla, pero advertidos están quienes sean fanáticos del trabajo del señor Fincher, El extraño caso de Benjamin Button no es más que un paso hacia atrás en su meteórica carrera detrás de la cámara.


Para cerrara esta entrada les dejo con El extraño caso de Benjamin Button según Quino.

Pienso que la forma en la que la vida fluye está mal. Debería ser al revés: Uno debería morir primero, para salir de eso. Luego, vivir en un asilo de ancianos hasta que te rajen cuando ya no sos tan viejo. Entonces empezás a trabajar.
Trabajás por cuarenta años hasta que sos lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación. Fiestas, Fiestas negras, parrandas, drogas, alcohol, salís con mujeres o tipos, que se yo; hasta que estás listo para entrar en la secundaria.
Después pasás a la primaria, sos un niño que se la pasa jugando sin responsabilidades de ningún tipo. Luego pasás a ser un bebé, vas de nuevo al vientre materno, pasás los últimos nueve meses de tu vida flotando en líquido amniótico hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo.
¡ESO SI ES VIDA!