martes, 24 de marzo de 2009

Los showmans de mi infancia




Este post es un fragmento del capítulo titulado Cumpleaños feliz del borrador de la novela Valentina que estoy subiendo en el blog Pildorita de la Felicidad LADO B.

Comparto estos videos para los lectores que nos visitan fuera de la península yucateca. Los siguientes personajes que verán a continuación hicieron (y hacen, excepto uno de ellos) las delicias de niños, jóvenes y adultos yucatecos.



Existían sólo tres animadores respetables de fiestas infantiles en Mérida. Y como era de esperarse, los tres, unos briagos consumados. Este trío impresentable (un payaso, un mago y un señor de oficio indescifrable) trabajaban por separado e iban de fiesta en fiesta hinchándose los bolsillos y también el hígado con cantidades groseras de ron.


EL PAYASO

Pepillín (que el dios Baco lo tenga en su santa gloria) era un joven delgado, de cabellera negra, revuelta y un poco larga, que haciendo gala de la impunidad y desvergüenza que reinaba (y reina) en nuestro país, plagió con descaro la identidad artística del payaso más famoso de México, Cepillín. Fue hasta pasados unos años, al convertirse nuestro amado payaso local en la mayor celebridad de la televisión yucateca, cuando el payaso capitalino (sumido en el olvido y alejado de las cámaras de Televisa) entabló una demanda contra el plagiador. Los abogados del payaso provinciano alegaron que el “Pe” en vez del “Ce” otorgaba al nombre y al personaje nuevas dimensiones, muy a pesar del parecido, o mejor dicho, exacto maquillaje que mostraba con el payaso ex famoso, es decir, todo había sido una mera coincidencia, coincidencia que el juez vio muy coincidente pues terminó otorgándole a Pepillín permiso para seguir lucrando a sus anchas con un personaje evidentemente calcado.


Poco después apareció un payaso llamado Pillín, demostrando que en materia de innovación somos tipos de cuidado.


EL MAGO

El Mago Shadak curiosamente era todo menos un mago. Hombre de mediana edad con rostro de contador o burócrata de oficina. Su show consistía, en esencia, en hacerse pasar por ventrílocuo. Tenía un muñeco llamado Pegajoso, que por esas coincidencias que se dan muy a menudo en la vida, pero sobretodo en Mérida, era idéntico en nombre y complexión al inolvidable Pegajoso de la película y serie animada Los cazafantasmas. El Mago Shadak fue el primer ventrílocuo en mover los labios con una coordinación asombrosa a los de su muñeco, era como verlo hablar con su propio reflejo.

EL SEÑOR DE OFICIO INDESCIFRABLE

El Tío Salim. Maestro de maestros de las fiestas infantiles. Nada de plagios. Todo al natural. Señor de espeso mostacho, oscuro como su mirada. No era payaso, tampoco mago. A ciencia cierta, nadie supo nunca cuál era su oficio en realidad, sin embargo, estaba en todas las fiestas de las familias respetables, animando de lo lindo a la clientela. Bien presentado, impecable, guayabera blanca, pantalones sobrios, zapatos bien boleados. Los sentidos siempre alertas como buen cazador en busca del mesero que servía las cubas en la mesa de los adultos.

Su espectáculo básicamente consistía en la improvisación. Siempre tenía una cuba a la mano y al calor de las copas iba subiendo de tono el show. Cuando no perdía en alguna apuesta de cantina a sus patiños, se podía tener el honor de verles salir de una viejísima caja de madera, tal como fue el desafortunado caso en mi fiesta de cumpleaños número cinco.

El Tío Salim tampoco era comediante, pero era dueño de un nada despreciable arsenal de blasfemias y albures, mismos que eran proferidos por su patiño en turno, al cual sodomizaba con la mano para hacerlo hablar con una voz idéntica a la suya. Nada de impostar voces de manera graciosa, la voz de El Tío Salim siempre era la misma, aguardentosa. Genio y figura. Todo un profesional, sin hora de llegada y sin hora de salida, aunque por lo general esta última coincidía con la del último borracho de la fiesta. La última vez que lo vi fue en Trecevisión, canal local de quinta, relegado a un horario impropio para niños, donde al quinto “¿cómo están amiguitos?” repetido en medio de hipos, fue sacado del aire para nunca más regresar.




No encontramos ni un solo video en el ciberespacio del bueno Tío Salim, quién en encuentre alguno, favor de mandarnos las dirección, lo agradeceremos eternamente.


Para seguir leyendo la historia da clic aquí.


6 comentarios:

Eduardo Huchin dijo...

Y cómo se llamará el próximo payaso? Llín?

Por otro lado, para qué queremos cuentos de miedo si hay tantas infancias que escarbar??

Anónimo dijo...

jahjajajaja no mames Llín, que risa, jajajaj

Anónimo dijo...

jajaajaja yo una vez le di una patada a jorgito, y se le cayo la cabeza. jaja

Anónimo dijo...

pues mi amigo fernando alias Nandi, le metio un putazo al chingado muñeco y luego le cayo a patadas al tio salin, tuvo que llevarselo de las orejas su mama.

Anónimo dijo...

Y ni siquiera mencionaste al estelar elenco de soporte de Pepillín: además de Jorgito estaba el Chel de Kanasín (otro muñeco horrible con pelo de güero lanchero), el luchador Kire (o sea "Erik"), el mestizo que salía con su pianito (no recuerdo el nombre). Si bien te iba, te regalaban una dotación de achiote y productos La Anita.

Anónimo dijo...

son de la infancia recuerdo q el tio salin era comun en ixmatkuil en el stan de bebi jajajaja ase muchos años