UNA AMIGA: “¿Y cómo es Thom Yorke?”.
YO: “Mide 2 centímetros y cambia de colores”.
Resulta ilógico vivir varias semanas pescando una oferta de avión, allanar la casa de una amiga, aprender a viajar en metro, visitar Tepito, disfrutar a los amigos en dosis perfectas, escuchar una noche de lunes a Radiohead y al final tratar de ser objetivos. No tiene sentido. Nadie que se haya desmayado, gritado o llorado puede recordar el concierto y limitarse a hablar de la música. Radiohead en México fue algo más que miles de watts saliendo de las bocinas. Su experiencia se extiende desde el simple rumor de su visita, atraviesa la compra de boletos por Internet, llega a los pormenores del viaje y probablemente no termine aún (este texto intenta apenas ser un andén de ese trayecto).
Cuando llegamos a la estación del metro Ciudad Deportiva, alguien dijo que era buena idea seguir la ruta de los vendedores. En efecto, custodiando la marea de fans, los comerciantes ofertaban lo mismo impermeables (habían caído un par de gotas, suficientes para poner nerviosos a todos los foráneos) que binoculares, lo mismo la edición original de In Rainbows que el DVD del concierto del día anterior.
“Llévese un disco de la banda que va a tocar, del grupo del momento”, gritó un ventero. Era imposible perderse en ese camino: una línea perfecta de minoristas que decían radiohid llevaba a la entrada general del Foro Sol.
Como en la vida, todos los amigos nos fuimos a nuestros destinos sin grandes despedidas, demasiado ansiosos por lo que vendría. “Radioactivity” de Kraftwerk, esa leyenda de la música electrónica, injustamente desconocida para muchos, retumbaba a lo lejos; era el soundtrack de la prisa, de las filas, de la confusión entre accesos y entradas. “Suenan a Pet Shop Boys”, dijo una chica.
Instalados en tres diferentes áreas -Laura, Mussgo, Erick y Diego a ras de suelo, Wilberth y Fernando en la zona VIP y Gabriela y yo en las gradas, o lo que es lo mismo: en casa de la chingada-, cada quien tuvo su propia epifanía. Se trataba –quizás- de la mayor banda sobre este planeta y no llegaba a México a destiempo, cuando ellos y nosotros fuéramos unos viejos de mierda, sino acaso en su punto más alto, en pleno estado de gracia.
De pronto, cuarenta minutos después de que Kraftwerk concluyera su repertorio, las luces se apagaron y el griterío fue mayúsculo. La secuencia de percusiones de “15 step” anunció el principio de la experiencia. “How come I end up where I started”, empezó a cantar Thom Yorke, y el público abajo no dejaba de arremolinarse al frente y arriba no podía evitar bailar de algún modo. Siempre hay un momento para darnos cuenta que estamos en un concierto, que no solo estamos constatado la melodía que hemos escuchado por meses en el iPod sino que una sensación inédita nace en ese momento. En mi caso esa iluminación llegó con la guitarra de Jonny Greenwood. Ahí supe que todo lo demás sería imposible de comprimir en una reseña.
Aunque Yorke me quedaba a muchos metros de distancia, podía ver los rostros de los fans de Radiohead y era de algún modo ver de cerca a Radiohead. Los veías siguiendo la letra, gritando cuando iniciaba alguna canción (“There, there”, “Kid A”, “The National Anthem”), emocionados de que la siguiente elección del setlist también diera en el blanco o histéricos después de que los acordes de “Karma Police” tomaran por sorpresa a medio mundo.
“¿Es lo que querías?”, escribió en un mensaje Fernando, cuya pregunta pareció en ese momento incomprensible porque llegó media hora después, cuando ya el grupo tocaba “Bodysnatchers”.
Con un repertorio sustentado en su mayoría en los discos Kid A y Amnesiac, amén de su último In rainbows, Radiohead demostró que puede saquear canciones de los lados más recónditos y no dejar a nadie con el sabor de la decepción. No era necesario envidiar las canciones emblemáticas del día anterior (donde brillaron “No surprises”, “Lucky”, “Just”, “Fake plastic trees” y, aquí sí envidio, “Street spirit”), pues este concierto estaba poblado de joyas absolutas (como “How To Disappear Completely”, “Weird fishes arpeggi”, “The Bends” y aquí que los otros nos envidien, la versión fallida de “Exit music”). Fue en ese tránsito que Wil alcanzó a escuchar a un asistente decir: “Este concierto es solo para auténticos fans” y minutos después ver a ese mismo tipo preguntarle a todo mundo: “Oye, ¿cuál rola es esa?”.
A mitad del concierto, Mussgo reconstruyó –con todo y cámara lenta- su propia versión del video de “Street spirit (fade out)”. No se sabe si fue la comida rápida, la emoción o la mariguana de los fans que no dejaban de echar humo para todos lados, lo que propició que por un minuto se perdiera a sí mismo. Fue Erick el hombro amigo que primero lo recibió y después depositó el cuerpo, cual saco de naranjas, fuera de la multitud (Laura había sugerido dejarlo ahí y seguir saltando). Mussgo recuperó el sentido ya recostado en el suelo (específicamente sobre una hamburguesa con catsup que alguien había dejado tirada), de modo que al ver la mancha roja sobre su camisa, gritó:
“¡No mames, me picaron!”
Mientras tanto la música seguía, los fans enardecían y, en la zona VIP, una pareja rompía y volvía con cada canción (Wil jura haber visto este proceso al menos tres veces).
Pasaron dos encores. El primero contenía –casi nada- “Paraoid android” y el segundo ya apuntaba al final de la noche. Antes de iniciar la última canción, Yorke dijo algo. Unos –como yo- escucharon “This is the last night”, pero otros, como Wil, aseguran que la frase exacta fue “Have a nice life”. Me imagino que la segunda tiene más sentido, por quienes han seguido a la banda, pero qué importa, eso confirmaba que las palabras y la música, aun fueran una sola, nos llegaban a todos de manera distinta.
Y sí, creo que ya todos saben: cerraron con “Creep”. Por la forma en que gritó la fan que estaba a mi lado, debo pensar que en el fondo deseaba esa canción, aunque dijera que no. El hincha de Radiohead debe decir que odia “Creep”, aunque sea la única canción que entone a todo pulmón durante las borracheras porque es la única que se saben sus amigos (no es necesario ser músico profesional para comprender lo complicado que resulta tocar, por ejemplo, “Climb up the walls” con una guitarra de Paracho y una armónica). “Creep” volvió extraña la velada. Era un estigma, pero no dejaba de ser un himno. Los simples mortales la cantamos hasta las lágrimas; los fanáticos pensaron que era un detalle digno de agradecimiento; los fundamentalistas dijeron que era una burla y con esos 3 minutos botaron a la basura el momento único que acababan de escuchar. Hasta en eso triunfó Radiohead: no quiso conformarse con el aplauso unánime.
Tras el último acorde, las multitudes desocupamos las gradas para ir a comprar la playera que diera fe de que estuvimos ahí. Mientras recorro los puestos pienso: “Un concierto se parece mucho a la vida: es un momento único rodeado de anuncios comerciales”.
*Esta reseña no hubiera sido nada sin las aportaciones de Fernando (de quien me robé el título, al que sólo suprimí el "no"), Wil (de quien me robé las historias), Mussgo (de quien me robé LA historia), Gabriela (quien hizo las observaciones más afortunadas), Emilio, Laura, Diego y Erick (a quienes saqueé sin pudor) ¡Hail to the thief! A todos ellos va dedicado este artículo.
10 comentarios:
MAE POETA EL MEJOR ARTÍCULO EN MUCHO TIEMPO... CASI SENTÍ QUE ESTUVE AHÍ... TENÍA RATO QUE NO TE SENTÍA ESA VISCERLIDAD SAGRADA... ALELUYA.
Estuvo exacto. Maldito, me robaste ideas que pensé que nadie diría jjejeej. Muchas gracias por la dedicatoria. Y sí, los malditos fans siempre diciendo sus mamadas sobre creep. ¿Qué se creen?? la madre de las críticas. esto, señores, es una reseña que echa por la borda, y manda a la chingada cualquier crítica solemne y mamona. Felicidades poeta,estuvo buenísimo have a nice life.
Gracias por la dedicatoria.
Aprovecho la ocasión para agradecer públicamente a Erick Herrera, el hermano de Will y auténtico fan de Radiohead quién durante mi desmayo no me abandonó y me acompañó a la salida del masivo sin importarle perder su lugar a unos metros del escenario.
saludos¡
Muy buena crónica master, yo por eso no fui, iba a terminar como Mussgo, Soy alérgico a las multitudes. Salvo si las multitudes son un batallón de modelos de Fashion TV.
No mames "Me picaron" jajajaja que cagado.
¿Quien es ese mussgo? Lo hubieran dejado alla tirado. Por nada del mundo dejaría de rockear en el concierto de Radiohead (en caso de haber ido).
¿No hay videos del evento?
Mussgo fue lo más divertido del viaje, aunque la esencia fue ver a la mejor banda británica sobre la tierra. Creo que ya no le pido más a la música.
Gracias por dedicarnos la crónica, esperemos de nuevo a Radiohead unos 15 años más.
Me encantó tu artículo!
Soy de Chile y buscaba en la red algún atisbo de lo que será el concierto de esta semana.... y me encuentro con esto...
un relato vivísimo! mil gracias!
tienes talento =)
Espero sentir aunque sea un poquito de todo lo que describiste!
Un abrazo... así... de fan a fan!
Flor.
Genial !
Buenísimo el texto!
Ahora bien, qué hay de la cerveza a 70 y 90 pesos ? Por qué prometen en los menús que te venderán una media a 35 y no lo hacen ? Será acaso lo último que importa ? A mi me sigue enojando...
Saludos !
Ehhhh está muy chida tu crónica. Por cierto yo estaba más a la derecha en el concierto del domingo, pero por ahí de la altura.
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