“SER ESTÚPIDO, EGOÍSTA Y ESTAR BIEN DE SALUD, HE AQUÍ LAS TRES CONDICIONES QUE SE REQUIEREN PARA SER FELIZ, PERO SI OS FALTA LA ESTUPIDEZ, ESTÁIS PERDIDOS.”
- Gustave Flaubert
Hay que ver cómo va el mundo, y aun así, resulta que existe el Día de la Sonrisa. Así como lo leen. Voy a ser sincero: cada vez que me dispongo a escribir un artículo me prometo a mi mismo abordar temas que me permitan plasmar en una página lo maravilloso que es el mundo, este lugar habitado por seres también maravillosos donde todos deberíamos estar besándonos nuestras bocas. De paso, lograr que mamá y papá (que seguramente ha de estar en el Cielo besándole la boca a Dios a San Pedro y a todos los ángeles y arcángeles) se sientan de una vez por todas orgullosísimos de su hijo que es escritor. Sin embargo, por más que quiero no puedo. Y no puedo porque siempre hay alguien (por no decir que una multitud) que se me anticipa y se encarga de la noble labor de atreverse a escribir que el mundo es un lugar súperpadriurix.
Como les decía, esta mañana me vine a enterar de la existencia del Día de la Sonrisa gracias a las enormes y muy descriptivas fotografías que acompañaban a un reportaje que apareció publicado en el periódico, en el que una nada despreciable media plana estuvo dedicada a la celebración, que según me cuentan mis amiwis reporteros también se ha realizado en años anteriores en Estados como Monterrey e incluso en otros países como Estados Unidos y Brasil. Wow. La nota también nos informa (donde aparecen retratadas un ramillete de colegiales pegando de saltos con las manos levantadas, y en las bocas ensartadas sendas paletas tutsi pop al compás de enormes sonrisas; sin duda una proeza de coordinación en las niñas) que este fantástico y cosmopolita evento está siendo festejado por primera vez en Mérida, y que hay planes de continuar realizándolo todos los años.
Vayamos por pasos. Que quieran proclamar un día al año en nombre de la sonrisa es cosa de imbéciles, pero que lo festejen, eso sí es no tener vergüenza. Verán, los que tienen las riendas de este mundo casi siempre suelen ser unos perfectos idiotas, y les da por llenar los 365 días del año conmemorando barbaridad y media, desde el Día del Vecino, el Día de Ronaldhino, el Día del Borrego Cimarrón hasta llegar al Día de Eres un Imbécil, que por lo general nunca te das por enterado de que existe. Pero retomando al Día de la Sonrisa, les repito, eso es no tener vergüenza. Sobre todo quienes lo orquestan, mentes maquiavélicas que nunca dan la cara y que casi siempre resultan ser apostolados (en este caso el apostolada Giro), que invariablemente mandan de carne de cañón a jovencitas ingenuas muertas de la risa con sus paletas en la boca.
Les digo, las colegialas pueden patalear de la risa todo lo que quieran, que para eso son católicas y libres. Lo que indigna es la forma en que se presenta el tinglado. El reportaje viene aderezado con todo un estudio de fondo, no vaya usted a creer que esto no es cosa seria, pues los enterados materia aseguran que según los doctores (yo quisiera saber cuales) la felicidad reflejada en una sonrisa es capaz de componer un mal día, aliviar dolor e incluso curar enfermedades y afecciones, y no solo esto, además de todo es la manera más fácil de preservar la salud. Figúrese usted. Por lo pronto yo ya voy haciendo la cuenta regresiva para que la risaterapia se ponga de moda y reemplace a los hospitales con doctores de verdad. En fin, no hay que ser un veterano en la Tierra para saber que precisamente esta gente que celebra y promueve el Día de la Sonrisa es la que menos debería estar sonriendo. Por ello personal y sonrientemente invito a las niñas de los colegios Mérida, Teresiano e Instituto Godwin (sucursal femenina de los bondadosísimos Millonarios de Cristo), a que se den una vuelta por las empresas de sus papás para que vean si sus empleados se están riendo como ellas; mismos empleados a los que hacen firmar una hoja en blanco antes de estampar su firma en un contrato laboral, claro, si es que les llegan a ofrecer uno. Pero mientras lo hacen, mejor que se sigan divirtiendo a las puertas de la Gran Plaza ofreciendo caramelos a los transeúntes a cambio de una sonrisa y diciéndole a la prensa cosas tan lindas como la que dijo la chica de las coletas: “un día sin una sonrisa es un día perdido, a mí me gusta mucho reír y quiero que más gente se ría”.
Ya veremos cuando papi reciba la nota de secuestro si la familia sigue sacándose la foto en el Club Campestre con una sonrisota de oreja a oreja.
2 comentarios:
Esta buenisimo el blog.
hey! :O Por como comenzaba tu artículo, pensé que escribirías algo muy bueno, pero sales criticando a otros :/ Bueno, no sé tú, pero yo si quiero sonreír :D
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