El que no lo quiera ver que no lo vea, o mejor dicho, los que las quieran ver que las vean, y les aplaudan (si es que pueden, porque en la mano llevan la caguama o el vaso de dos litros de cerveza) y les griten la retahíla de lindezas de rigor: mamacita, reina, mi vida, muévele, merezco, quiero, (o el infalible y multicitado) “que sabrosa estás”.
Las agencias de modelaje, ahí están, regadas en cada esquina de la ciudad como sucursales bancarias, las grandes proveedoras de carne del festejo. Empresas que se dedican a reclutar jovencitas lindas para hacer más amena la fiesta. Esas agencias tan inocentes y castas son manejadas por proxenetas (no todas, no vaya a escandalizarse usted, sólo la inmensa mayoría), que adiestran a tus hijas, a tus sobrinas, a tus hermanas y a tus amigas, sin importarles que aún sean menores de edad, para portar diminutas minifaldas (de preferencia usando una tanga de hilo dental debajo), top invisible para que las tetas se les desparramen, y a maquillarse como unos payasos para que pasen por mujeres que se las saben de todas todas, sin mencionar las incontables horas de ensayo para poder bailar como Shakira o Niurka Marcos.
Yo qué puedo venir a contarles, me mordería la lengua, pues además de ser fanático de las mujeres y detestar a los puritanos (esos que si les sueltas la correa quemarían en leña verde a cuanta mujer ose enseñar los tobillos desnudos) tengo un par de mujeres que adoro y que se ganan la vida edecaneando. Por eso, aunque quisiera no podría escarbar en ese asqueroso ambiente que quieren pintar de color de rosa, donde la doble moral que ha reinado desde tiempos inmemorables en este país seguirá reinando y haciendo como que no ve. Por eso yo también haré como que no veo, y me dedicaré exclusivamente a lo que me remite esta columna, a lo netamente literario, no sin antes declararme un profundo y profeso admirador de las chicas que por necesidad tienen que soportar con sonrisa estoica y diminutas minifaldas los ojos morbosos y propuestas por demás indecorosas de los borrachos, los viejos ridículos, los viejos rabo verdes y los jovencitos imbéciles que creen que tener cierta posición económica les da derecho a tratarlas como a unas rameras.
Con el carnaval pueden hacer lo que quieran: orinar las calles, lucrar con el cuerpo de las mujeres, embrutecerse hasta perder la conciencia y el conocimiento, vomitar a granel y protagonizar los más embarazosos ridículos frente a los niños; pero lo que sí me parece una ignominia y no puedo tolerar es que no se respete la lengua de Cervantes. Sí. Todavía más escalofriante que los ebrios amantes del exhibicionismo es esa palabra que aparece escrita de manera aberrante en la mayoría de los periódicos, revistas, carteles, espectaculares y carros alegóricos: “Reyna”. ¿Es que acaso no hay nadie con un poco de pudor o dignidad en los medios de comunicación que haga algo al respecto? De hecho sí los hay (o los había). Se llamaban correctores de estilo, esos señores de pelo cano parecidos a roedores de biblioteca que siempre estaban en los periódicos para evitar catástrofes literarias como las que hoy día ocurren en la prensa sin que nadie se dé por enterado. “La reyna Fulanita de Tal hizo acto de presencia en la inauguración de... ”. Al parecer al grueso de la población se le olvidó el castellano; con eso de que queremos ser bilingües, qué más da. Si me permiten recordarles, desde que tengo uso de memoria y desde que tuvo uso de memoria el abuelo de mi abuelo, la palabra “reina” siempre se ha escrito con “i” latina, si es que te refieres al grado máximo de la monarquía, después del rey, claro está, y aún sea ficticio el cargo como en el caso de las reinas de belleza o del carnaval. En cambio, si escribes Reyna, con “y” griega (incluso la computadora te subraya la palabra con rojo para que te des cuenta de que está mal escrita) es cuando te refieres a un nombre propio, y por ende, la palabra comienza con mayúscula. Sin embargo, como a todos nos da igual, lo más indicado es hablar y escribir como unos cavernícolas (sólo hay que detenerse un segundo a escuchar hablar a nuestros flamantes funcionarios públicos para darnos una idea de lo genial que vamos). Pero qué le va a hacer uno, cuando incluso la renombradísima y multimillonaria compañía Burger King tuvo el lindo detalle de regalarnos y regar por toda la ciudad un bello anuncio que va acompañado por un eslogan que dice algo más o menos así: “reyna de reynas”.
La guerra está perdida; saber escribir como Cervantes manda está pasado de moda, mejor es buscar un buen trabajo donde tengas la fortuna de contar con una secretaria que sepa redactar tus informes, ia ke tu pazaste muxo tiempo eskribiendo en los chats k c t olvido komo eskribir. Aunque claro, antes de obtener el empleo de tus sueños la compañía te va a solicitar un documento que lleva por nombre “Antecedentes no penales”, el cual, valga la acotación lingüística, debería llamarse “No antecedente penales”.
En fin, qué más da escribir y leer correctamente, si los escritores para nada sirven en esta sociedad plagada de intelectuales.
8 comentarios:
¡Vaya, vaya! Señor pildorita, veo que va progresando en su astucia con la pluma, me pregunto si su próximo artículo será otra de sus quejas habituales... ¡sorpréndanos!
ROD,TE ENVIDIO, VAYA QUE HAY GENTE QUE TE QUIERE, A LA QUE LE AGRADAS. BAAL-ZEBUL ES UNO DE ELLOS.
coincido contigo, me choca como escriben en la actualidad, y no digo solo la juventud ¡hasta los rucos como yo tienen que escribir como ignorantes para no parecer fuera de moda, o como se diga ahora! pero en fin, dicen que a donde fueres has lo que vieres, pero soy de las que se encrespan cuando ven una falta de ortografía ¡las odio!
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http://pildoritadelafelicidad.blogs.peru.com/2007/12/04/karnabal/
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MILENIO NOVEDADES 15 FEB 09
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http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/5331011.asp
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http://www.lajornadanet.com/diario/opinion/2011/marzo/3
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http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=33&idTitulo=74822
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