sábado, 14 de julio de 2007

Mi encuentro con los escritores


Dedicado a los escritores y organizadores del Primer Encuentro Regional de Escritores Andrés Iduarte 2007, y muy en especial a las edecanes, indispensables musas que con su presencia hacen tolerable un maratón de literatura para escritores y no escritores.

“EL HUMOR ES PARTE DE LA VIDA Y EN CONSECUENCIA NO DEBE SER EXCLUIDO, NI AÚN DE LA LITERATURA SERIA.”
- Lin Yutang

Siempre he estado conciente de que no pertenezco a ningún sitio, y estoy convencido de ello gracias a que la gente no ha tenido empacho en hacérmelo saber. Pocos lo saben, pero en una época antes de que quisiera ser escritor, mi sueño era convertirme en jugador profesional de fútbol, y casi lo logro, de no ser por todo el tiempo que pasaba en la banca; mismo tiempo (noventa minutos para ser exactos) que aprovechaba para leer un libro. Un buen día me tocó debutar en un partido amistoso gracias a la lesión de un compañero. Cinco minutos dentro de la cancha (tiempo oficial que estuve dentro, antes de que me sustituyeran por otro jugador) me bastaron para descubrir que el fútbol no era el mundo al que yo pertenecía, pues más que intentar hacerme del balón, lo que en realidad hice fue dar un sinfín de cabriolas para eludir los escupitajos de los veintiún jugadores, porque no sé si ustedes habrán reparado en ello, pero ni una maldita llama segrega tanta saliva como un futbolista profesional; y si a pesar de los salivazos me quedaba algún atisbo de amor por el deporte, mis compañeros de media cancha (todos ellos caballeros graduados de Oxford) se encargaron de desalentarme por completo rascándose los huevos y bombardeándome con mocos que salían de sus fosas nasales cual torpedos de la fuerzas armadas estadounidenses. En fin, cuando abandoné la cancha en medio de un mar de mentadas de madre (el futbolista tiene un sutil tacto para subirte el ánimo: “no hay pedo cabrón, a la próxima le metes más huevos y te chingas a esos hijos de puta”) el entrenador me sujetó del brazo y me dijo: “Muchacho, considera otra profesión; juegas al fútbol como un escritor”.
Los años pasaron y me dediqué a otros oficios. Igualmente renuncié a todos ellos, hasta que un día descubrí que lo único que me hacía medianamente feliz era eso de escribir, así que empecé a hacerlo. El tiempo pasó y me hice de algunos lectores, cosa que no significa que pueda llamarme a mi mismo un escritor de verdad, porque el gremio de escritores nunca me ha aceptado dentro de su círculo, cuya critica acerca de mis escritos ha sido más o menos la siguiente: “No eres tan malo, sólo eres un poquito peor que Carlos Cuauhtémoc Sánchez”. En fin, básicamente ese fue el principal motivo para verme reacio a participar en cualquier tipo de taller literario o encuentro de escritores, hasta el fin de semana pasado, cuando el Instituto de Cultura de Campeche tuvo la chiflada idea de enviarme a Villahermosa como su representante dentro del género narrativo. Claro que, hay que aclarar, como primera opción estaba mi querido amigo Eduardo Huchín, que por cuestiones laborales (él sí trabaja) no pudo asistir al evento, así que, sin más remedio y con el tiempo encima, tuvieron que enviar a un servidor.
El evento fue inaugurado el jueves por la noche. Mientras la directora del Instituto de Cultura de Villahermosa daba un emotivo discurso de bienvenida, el auditorio empezó a temblar. En un principio pensé que eran mis nervios, pues desde mi llegada me dijeron que habría una mesa de debate acerca de la creación y publicación literaria, actividad en la cual ignoraba que tendría que participar, pues según yo mi presencia en el evento estaría limitada a leer uno de mis textos narrativos… lo cual me tenía con los nervios despedazados de cualquier manera, más aún al saber que pasaríamos a leer en orden alfabético por Estado, de los cuales Campeche sería el primero. Por primera vez lamenté que la RAE no hubiese hecho oficial la forma en que escriben los ‘xavos’, pues así el representante de ‘Xampexe’ (o sea yo) hubiera sido el penúltimo en pasar. Ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta. Repiqueteaba el techo, las paredes y las sillas del auditorio. “Puta madre, está temblando”, dijo un aterrado escritor a un lado mío, comentario del que aprendí dos cosas nuevas: que no soy el único que ignoraba que tiembla en Tabasco y que ser culto no te exime de escupir sapos y culebras de vez en cuando.
Durante todo el evento no me cansé de tirarle indirectas y también directas a los organizadores de que era una persona propensa a los ataques de nervios cuando me veo delante de un micrófono, y que si querían evitarse otro temblor similar al de la inauguración tendrían que tener la gentileza de suplantar el vaso de agua por uno de tequila cuando llegara la hora en que me tocara estar ante el público. Sin embargo, todos se reían de mis ruegos como si aquello de mis nervios fuera una broma, y para colmo, mientras más serio ponía el semblante e intentaba por todos lo medios convencerlos de que debía estar ebrio para soportar aquello de exponerme frente a un público tan conocedor, todos volvían a desternillarse de la risa, los muy cabrones. Al final, como sospechaba, no me dieron el tequila, pero gracias a una rigurosa dieta de nervios y un par de litros de café pude salir al ruedo, y según mis compañeros (jamás cometería la osadía de llamarlos colegas) me dijeron que no estuve tan mal en el escenario, y de hecho uno que otro se aventuró a decirme que estuve bien. El truco para hablar acerca de la publicación literaria siendo un escritor al que en su vida le han publicado un sólo libro, es tocar el tema de futuros proyectos, y eso fue precisamente lo que hice. Hablé sobre mis planes a futuro, que incluyen publicar un libro en colaboración con Eduardo Huchín (escritor publicado y reconocido por la crítica literaria), el cual consistirá en una serie de crónicas de la ciudad de Campeche. Para los que estuvieron presentes en el auditorio, igual y no me lo van a creer, pero mi intención no fue hacerlos reír; tan sólo quería platicarles sobre los temas que abarcaría un libro que probablemente nunca vea la luz. Sin embargo, cada monumento, edificación, festividad y personaje campechano que citaba, hacía a la gente revolverse de risa en sus butacas. Incluso una señora (que luego me enteré era una escritora de renombre) dijo que quería comprar el libro cuando fuese publicado, lo cual más que halagarme me dejó frío del terror al ver el menudo compromiso en el que me había metido y en el que había embarcado a mi amigo Eduardo.
Horas más tarde llegó el momento de dar lectura a mi escrito, lo cual me tenía petrificado del miedo porque durante el encuentro, al interactuar con mis nuevos amigos en las sobremesas y pláticas en los pasillos, descubrí con horror que tengo el peor gusto literario del mundo y que mis autores favoritos resultaron ser para la mayoría literatura Sanborn’s, lo cual es bastante curioso si consideramos que en Campeche no hay Sanborn’s. Pero en fin, acepto y respeto mi lugar de no pertenecer a ningún sitio, y no me arrepiento de haber asistido al encuentro sino todo lo contrario, me siento privilegiado por haber tenido la oportunidad de descubrir nuevos y talentosísimos escritores, pero sobre todas las cosas a invaluables seres humanos, porque esa es una de las muchas virtudes que tiene la literatura: por lo regular forja a hombres de bien.
Ignoro la percepción o imagen que se habrán llevado de mi persona quienes participaron y asistieron al evento al término de la lectura, pero lo que me queda claro es que, mientras me quede ánimo para escribir, intentaré que mis escritos hagan reflexionar a quien los lea, y de vez en cuando le hagan esbozar una sonrisa, porque la literatura es tan grande y generosa que incluso tiene espacio para algo más que la solemnidad; porque la literatura también tiene el derecho de ser divertida, y si tengo el honor de que me sigan invitando a encuentros de escritores, mis letras estarán dirigidas a personas valiosísimas como las edecanes, cuyo heroico trabajo es el de permanecer de pie durante interminables horas evitando que el público se duerma en las butacas al escuchar mis paparruchadas y las de los demás. Son ellas el público al que quiero llegar, las personas que no se dedican a la escritura, para demostrarles que la literatura puede ser un delicioso vicio como la televisión o el cine, y si ellas me honran con una risotada, nunca me importará que no me llamen escritor los escritores de verdad.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola

Te felicito por este sitio (tambien por el de Blogia), ojala y publiques ese libro con E. Huchin (lei su libro) estoy segura que algo muy bueno va salir de ahi...

y bueno, realmente he disfrutado leerte

saludos

Karol

Rodrigo Solís dijo...

Gracias por tan generosos comentarios querida Karol. Espero sigas visitando el blog ya que todos los días incluiremos nuevas chifladuras. En cuanto al libro de Eduardo, ¿apoco no es una maravilla?
Un fuerte abrazo.

Anónimo dijo...

de nada, la verdad me la estoy pasando bien aqui...

y el libro de Huchin definitivamente es una maravilla...pero espero no se te ocurra ponerlo entre las de Campeche....porque entonces seguro pierde....

saludos

Karol

Anónimo dijo...

Me gusta mucho como escribes y me parece raro que no te publiquen. Espero que pronto esté en los quioscos ese libro al que te refieres. Yo soy otro autor incomprendido que tambien estoy buscando editor.Me considero el peor escritor del mundo, lo que se puede comprobar en mi web para lectores inteligentes....htp//www.antoniolarrosa.com/

Rodrigo Solís dijo...

Hola querido Antonio, gracias por tus comentarios. Me parece una lástima que el peor escritor del mundo no tenga editor, pero bueno, si te sirve de consuelo aquí en México tienes a un amigo que ha anexado tu página a su blog.
Un fuerte abrazo.

Noticias Galicia (España) dijo...

Publicado en:

http://www.noticiasgalicia.com/articulos/articulo283.html

Diario Extra (Costa Rica) dijo...

Publicado en:

http://www.diarioextra.com/2007/julio/15/opinion01.php