“LA INGENUIDAD EN LOS ADULTOS ES MUCHAS VECES ENCANTADORA, PERO CUANDO SE SUMA A LA VANIDAD ES IMPOSIBLE DISTINGUIRLA DE LA ESTUPIDEZ.”
- Eric Hoffer
Por azares del destino y por parar la zorruna orejota me enteré de la historia. Quién se lo hubiera podido imaginar. Si se veía tan formal y tan serio el joven. Sobre todo después de ofrecerles fama, fortuna y el estrellato internacional en bandeja de plata. Él sí que era un caballero, de esos de las grandes ligas. De los que no se andan por las ramas. A lo que nos truje, chencha. Todo un profesional. Y cómo no lo va a ser, si hasta les dio su tarjeta donde bien claro decía que era un Garza Sada. Y si alguna de ustedes llegó a albergar la menor de las dudas, esta fue rápidamente disipada cuando casi desfallece una de sus colegas al descubrir que el chico con el que estaban tratando era el heredero de los fundadores del Tecnológico de Monterrey y la cervecería Cuauhtémoc-Moctezuma, entre sabrán Dios y Quetzalcóatl cuántos otros negocios más. No las culpo por fracasar en su intento de ocultar su emoción. De sonrojarse como unos tomates y de sentirse halagadas de que un personaje tan ilustre haya posado los ojos en ustedes. Pero tontas no son; algo en su interior les alertaba que la cosa no podía ser tan fácil. Por eso el empresario -porque el chico era todo un empresario, que ya les había confesado su intención de convertir Mérida en una ciudad tan industrializada y cosmopolitita como Monterrey-, acostumbrado a lidiar con provincianos desconfiados, desenfundó su mejor y más blanca sonrisa llena de dientes perfectos en señal de buena fe, de que todo marchaba sobre ruedas. No titubeó. No sudó. Nervios de acero los del chico. Lástima que detrás de todo ello y debajo de su indumentaria de esas de diseñador que anuncian en las revistas que tanto les gusta leer, yacía un tiburón de sangre fría. Y antes de que la primera de ustedes se percatara de algo ya estaban todas haciendo fila en un centro comercial como un rebaño de corderitos para darle sus números de celular, las direcciones de sus casas y los números de sus cuentas bancarias para que el juvenil magnate les depositara los 150 mil pesos por las cuatro pasarelas y la sesión fotográfica para las que las contrataría. Lo mejor de todo es que no habría casting, todas serían aceptadas, incluso las que no lucían como unos esqueletos. Lo único que tenían que hacer era entrar a la tienda Zara y probarse unos cuantos kilos de ropa, misma que les regalarían. El gerente de la tienda transnacional también se emocionó con el asunto, y cómo no, al ver tanto revuelo sólo tuvo que multiplicar a las modelos por el número de cambios de ropa que modelarían y a ojo de buen cubero la cosa pintaba para algo grande, como debe de ser; no se podía esperar menos de un gran empresario regiomontano, aún si su tarjeta de crédito no la leyera la maquina de la tienda, cosa sin importancia que a veces ocurre con la tecnología que no respeta ni a los más ricos. Todo era felicidad. Incluso sus madres se emocionaron. Y cómo no. Ni a la mamá de Lucerito le prometió tanto Sergio Andrade. Trato VIP. A donde viajaran lo harían con sus progenitoras, que las cuidarían como mamás patitas. Y qué bueno, porque ellas ya se podían ver en los desayunos, presumiéndoles a las arpías de sus amigas que ahora tenían unas hijas súper estrellas. Modelos de verdad. Nada de pasarelas en centros comerciales o edecaneo barato en la puerta de una cantina. De ahora en delante, de angelitos de Victoria’s Secret para arriba.
El celular del joven empresario sonó. Se excusó un momento argumentando que era una llamada de su abuelo. Lástima que Don Garza Sada murió hace años, y ustedes al ignorar este insignificante detalle le devolvieron una sonrisa cómplice. El chico regresó pidiéndole a una de ustedes las llaves de su carro, en el que dijo haber olvidado unos documentos importantísimos, y en el que ustedes tan amablemente lo paseaban durante su estancia en Mérida, porque él no tiene vehículo en la ciudad a pesar de ser tan millonario. Tras quince minutos de esperar a que volviera, más de una empezó a preocuparse. Igual y era que el abuelo extrañaba al nieto y se estaban poniendo al corriente de sus vidas. Cuando pasaron otros diez minutos decidieron ir a buscar al nieto del Rey Midas sólo para encontrar el automóvil abierto y abandonado. Invadidas por el pánico revisaron la guantera y descubrieron que faltaba un sobre con más de dos mil pesos. Por suerte el empresario dejó las llaves del auto asentadas en uno de los asientos. No así la llave de la casa. El terror se apoderó de todas. A toda prisa fueron a la casa, que, oh sorpresa, había sido robada. Temblaron. Sobre todo las que en la entrevista dijeron que para estas fechas navideñas pasarían las vacaciones fuera de la ciudad. Ahora sugieren ir al periódico a sacar un desplegado para denunciar a este terrible criminal para que no sea la de malas y en esta navidad en vez de que Santa entre por la chimenea lo haga el nieto Garza Sada, y se lleve hasta la última esfera del pino de navidad.
¡Santas pasarelas! Quién se lo hubiera imaginado. Yo que pensaba que el mundo era más dulce que un turrón catalán. Un lugar con un superávit de seres humanos bondadosos, dispuestos a echar la mano siempre al prójimo más necesitado, y sobre todo en estas bonitas fechas cuando se celebra el nacimiento del niño Jesús, y todos andan muertos de ganas de besarse en las bocas y estrecharse las manos unos a los otros, incluso fuera de la Iglesia. Un mundo tan genial que no deja resquicio alguno a gente de mente cochambrosa, sobre todo en la castísima y azucarada profesión a la que ustedes se dedican en cuerpo y alma, cuyo loable objetivo es el enaltecimiento de la belleza, sin ningún interés de por medio que no sea el de respetar el cuerpo y la integridad de las modelos.
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MILENIO NOVEDADES 21 DIC 08
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