sábado, 14 de julio de 2007

La culpa la tienen los Imbéciles



“CUANDO UN HOMBRE HACE UNA COSA COMPLETAMENTE ESTÚPIDA, LA HACE SIEMPRE POR LOS MOTIVOS MÁS NOBLES.”


- Oscar Wilde




Nunca en la historia de México una elección presidencial ha sido tan reñida. Este fenómeno tan extraño llamado democracia igual y se deba a que estamos cursando el año del nacimiento del hijo de la Bestia o simplemente a que la gente cada día está más involucrada en la política, o sea, los ciudadanos ahora sí se desprenden durante al menos cinco minutos de las telenovelas para pensar en por cuál persona van a votar. El pueblo de México en estos últimos años ha madurado en materia política con la misma velocidad y eficacia que lo han hecho los Estados Unidos en materia de fútbol y en todo aquello que involucre darnos una paliza.


El problema con la democracia no es que divida a un país en dos corrientes ideológicas políticas opuestas; el verdadero embrollo es que existe una tercera corriente, y no me refiero al PRI, sino a la gente que está apenas un peldaño encima de un analfabeto: llamémosle Gente Imbécil.


La elección presidencial se decidió en un final de fotografía gracias a este gremio llamado por un servidor “de Imbéciles”. Hay muchas teorías acerca del por qué ganó la presidencia por segundo sexenio consecutivo el PAN: los del PRD dicen que por un fraude; los del PRI dicen que ellos no saben de porqués, que ellos van para adelante, siempre para adelante, que la raza humana puede extinguirse –lo cual espero ocurra pronto- y ellos seguirán para adelante aún tengan que lavarle el coco a las cucarachas para que voten por ellos. Los del PAN dicen que ganaron porque ganaron. Los del PANAL y los del PASC dicen que a ellos ni les pregunten, lo único importante aquí es que mantendrán su registro por seis años más, así que váyanles tomando una fotografía para que se acuerden de sus caras para que luego no se quejen si no los vuelven a ver en las Cámaras. Los partidos políticos que restan dicen que ellos dicen lo mismo que dijeron los partidos grandes a los que se adhirieron como garrapatas para no desaparecer. Y finalmente, el que aquí escribe dice que el PAN ganó –una vez más- gracias al gremio de Imbéciles.


Los politólogos analizan los mil y un ángulos de la elección para descifrar el origen del barullo: que las tardanzas del IFE, que el no sé qué del TRIFE, que los ciudadanos mal paridos que no votaron, que los medios de comunicación que desinforman, que los partidos políticos inmaduros que se dicen vencedores antes de tiempo, y una y más circunstancias que ennegrecen el panorama. Lo que nos deja a nosotros los ciudadanos frente al televisor viendo la gráfica que nos presentan los noticieros: PAN 35.89% de los votos, PRD 35.31% de los votos. Traducción: ganó el PAN.


“¿Qué reñido, verdad?”, dicen todos. “Sí, bastante”, respondes viendo la misma gráfica que ven todos. Pasa que en la gráfica hay una incómoda diferencia entre ambos partidos del 0.58% de votos, que a mi entender es lo que tiene sin dormir al bueno de Andrés Manuel López Obrador, que ha parado nariz diciendo que huele a fraude la elección presidencial, ya que sus asesores, encuestas y las voces de su cabeza (que para él tienen más credibilidad que los observadores internacionales) le dijeron que debió ganar por al menos medio millón de votos.
Sí. Por eso está tan rabioso AMLO, no le salen las cuentas porque resulta que en la pantalla que nos presentan todos los días en los noticieros aparece otra cifra bastante curiosa, que no sé tú, pero yo me he dado a la tarea de analizarla. 904,604 votos anulados. “¿Oye, y porqué tantos votos anulados?”, se preguntaran muchos. La respuesta se la dieron a un amigo que trabaja en la Universidad Autónoma de Campeche. Los intelectuales le confesaron que votaron por el PRD y que su amor por AMLO es casi tan infinito como las dudas que tuvieron a la hora de llenar la papeleta electoral.


Resulta ser que los votantes –no diré perredistas, mejor me referiré a los votantes como votantes en general- al llegar a la caseta se toparon con una crayola negra. No culpo a los que se pusieron nerviosos. ¿Será que con esta crayola tenga que ejercer mi voto o será que tenía que haber traído mi propia pluma como dijo el Doctor Simi? Sorteado este dificilísimo menester, apareció otro aún más complicado: Las papeletas electorales. Son tantas que uno termina mareado. Boleta de Diputados Locales, Boleta de Diputados Federales, boleta de Senadores, boleta de Presidente Municipal, boleta de Presidente de la República. Válgame Dios, nada más faltaba que nos pidieran votar por las amantes de estos buenos señores.


Es evidente que los perredistas, perdón, los votantes –muy cultos ellos- al ver tantas hojas, tantos partidos políticos, tantos colores, tantas instrucciones y tantos nombres de candidatos y suplentes al reverso de la papeleta, en su inmensa sabiduría y lógica les diera por tachar tantas veces como les fue posible el nombre de su candidato –y del suplente, también- para que no quedara duda que ellos están con el PRD, perdón, con el partido político de su preferencia, aún dejaran la hoja como una partida de gato de tantas equis escarabuteadas por todos lados.


Allí lo tienen, si los 904,604 votantes hubieran sabido cómo llenar una boleta electoral, ahora AMLO sería el flamante Presidente de los Estados Unidos de México. Y es que el Señor Austeridad tiene toda la razón del mundo al querer abrir los paquetes electorales para contar voto por voto los votos del pueblo: así podrá demostrar de una vez por todas que efectivamente él ganó las elecciones de un país atestado de Imbéciles a los que no les da el cerebro para leer unas cabronas letras en castellano que dicen que sólo tienes que marcar con UNA equis el logotipo del partido de tu preferencia. ¿Era eso tan difícil de hacer?Ni manera Andresito, así de injusta suele ser la democracia. Si de verdad querías salvar a México, en vez de decir “primero los pobres” –vaya cinismo- hubieras dicho “primero la educación”, e igual y le arrebatabas vía legal el control del país a los otros asnos amigos de los gángsters de la iglesia.

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