sábado, 14 de julio de 2007

El pueblo reclama que me quede




“LA ANARQUÍA ESTÁ EN TODAS PARTES CUANDO
LA RESPONSABILIDAD NO ESTÁ EN NINGUNA.”


- Gustave Le Bon




Eso es precisamente lo que nos faltaba. Por si no lo sabías, en México existe un estado que se llama Oaxaca, el cual, acaso también lo ignoraras, ha sido tomado, sitiado, violentado, ultrajado y otros muchos adjetivos que si los escribiera todos no me alcanzaría lo largo de esta columna, por la APPO. ¿Qué que es la APPO? Bueno, si de verdad te interesa saberlo lo único que tienes que hacer es cambiar un minuto el canal de las telenovelas o del clásico de fútbol por el de las noticias para que con tus propios ojos lo descubras.

¿Los viste? A que creíste por un segundo que se trataba de un país del tercer mundo: Palestina, Guatemala, El Salvador, o no sé, uno de esos paisuchos donde siempre hay turbas iracundas apedreando a la poli, incendiando camiones y pintarrajeando paredes y monumentos. Pero, ¡oh, sorpresa! Eso está ocurriendo ni más ni menos que en nuestro México lindo y querido. ¿Qué pasó? ¿No que éramos un país lindo en “vías de desarrollo”, como tanto nos lo cacareó orgullosísimo el Preciso y todo su gabinetazo? Pues ahora te jodes y cuando cantes requeteorgulloso y requetepedo en las fiestas patrias eso de que “si muero lejos de ti” ahora va a ser de alivio y no de tristeza. A que sí, tú que te las dabas de Juan o Juana Escutia.

Dedicar esta página a decir si el levantamiento es un acto irresponsable o un acto justificable es algo que no tengo la intención de hacer, uno, porque no tengo un doctorado y quinientos mil masters de ciencias políticas en Harvard, y dos, porque tampoco me alcanzaría el tiempo y la columna para llegar a una conclusión más o menos acertada. Lo que sí puedo hacer –aunque dudo llegar a tanto-, es intentar abrirte los ojos para que vean, como vieron los míos, a Ulises Ruiz (Gobernador de ese estado llamado Oaxaca) decirle en una entrevista al periodista Víctor Trujillo que en Oaxaca no pasa nada, que son meras especulaciones eso de que la gente lo quiera linchar, pues él, gran hombre que nada debe y nada teme, sigue llevando a cabo actos públicos como Pedro por su casa, que si fuera cierto que esos pocos revoltosos le quisieran hacer algo ya lo hubieran hecho pues él no se esconde de nada ni de nadie, qué va, difamaciones de periodistas y unos cuantos que piden que dimita a la gobernatura, y que es más, el pueblo le exige casi casi con lágrimas en los ojos que se quede en el poder, y de ser posible para toda la vida, pues menudo trabajo está realizando el muchacho.

Una de dos: o él es un pendejo o nosotros somos los pendejos, y ¿sabes qué?, creo que nosotros somos los pendejos. Cómo no lo vamos a ser cuando un Diputado de la Capital, indignadísimo al enterarse que los de la APPO están marchando rumbo al DF, dijo que no era justo, que ellos ni la debían ni la temían, qué por qué se la toman contra su ciudad, que no es bronca de ellos. Asu, ahora sí me jodio este pensador socrático, pero si vieras que no me extraña, como ya no me extraña haberme topado espalda con espalda hace unas semanas en la disco con uno de nuestro flamantes y juveniles Senadores en la pista de baile al son de un vertiginoso reggaetón. Y mira que un servidor público está en todo su maldito y demagogo derecho de bailar –bien o mal- en una disco, lo que no se puede tolerar es que lo haga ahogado en alcohol, sin camisa y de trenecito chu chu en medio de dos güerotas oxigenadas. Pero lo verdaderamente imperdonable del asunto es que a todos los presentes les valiera madre, o peor aún, que le aplaudieran mientras pagaba un cuentón que ni en un mes de arduo trabajo de sol a sol verá en su muerta de hambre vida un campesino.

El asunto es éste, que mientras a la mayoría no le entre en la cabeza que los políticos son nuestros empleados y no viceversa, esta tierra de borregos seguirá yéndose sin más remedio y en caída libre derechito para el carajo. Y me van a perdonar los pacifistas que son los primeros en desear que el ejército federal entre con sus metralletas de Rambo para dejar como queso grueyère a los de la APPO, pero esos “revoltosos” son los únicos que han notado de que lado masca la iguana. He ahí la belleza del asunto, que nos condena sin mayor remedio al caos y la perdición, pues resulta que los inconformes son ni más ni menos que profesores, esos que se dicen educadores pero no saben sumar uno más uno y menos leer palabras con más de dos sílabas, encargados de educar a los niños que el día de mañana tomarán las riendas de este país.

Ignoro si está bien o está mal lo que ocurre en Oaxaca, lo único que me queda clarísimo es quiénes son los responsables. Los culpables somos todos nosotros, sin excepción alguna. Y no sabes cuánto me hubiera gustado que aquel día en la disco las mesas hubieran estado ocupadas por los de la APPO para ver si el Senador se hubiera atrevido a hacer el trenecito chu chu en medio de dos profesoras, que en vez de cargar un par de buenas tetas cargarían un par de afilados machetes, que tal vez hubieran tenido algún inconveniente con que el flamante servidor del pueblo siguiera con su maldita sonrisita de golfo irresponsable, como si fuera el dueño de este país de besaculos.

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